Edicion febrero 16, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA
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Columnista – Marga Palacio Brugés

Si tuviera una esquela bonita, de esas que vendían donde “Restrepito” (papelería Atenas) y que, hecha la arbitraria, incluía en la lista de libros de inicio de año, tomaría varias hojas y con la alegría y entusiasmo a flor de piel le escribiría una carta a mi paisano, Jairito, el nuevo Gobernador.

Me pondría en el pellejo de esos pelaitos pobres a quien él, en aquel entonces y pelagato también, les recogía carticas de Niño Dios, para después pedir colaboración a Villega y todo el que llega y, contra viento y marea, cumplirles cada deseo; solo por el gusto de servir a quien lo necesita y atesorar sonrisas.

La vida no se queda con nada y se empareja solita, porque arriba está el que pa’ abajo mira y “cataplum” qué pretinazo le llega a sus pies al nuevo mandatario: una victoria sin precedentes, con un respaldo popular que legitima su gobierno y le entrega 188.000 carticas de Niño Dios y una infinidad de deseos por cumplir.

Señor Gobernador, esto es lo que hay: hambre en la Alta y miseria en la Troncal y no se lo tengo que contar, bien sé que, a pesar de sus cortos años, ya está viejo de servir y de cerca conoce por donde es que le corre el agua al molino y cómo es que la puerca tuerce el rabo.

Bien que lo vimos exponer su vida, desesperado, por cuidar la de sus paisanos y puso su pellejo como carne de cañón en la pandemia, para experimentar lo duro que muerde el maco, así que a usted nadie le va a venirte echar cuentos, pues aun sus botas pantaneras, están llenas de barro.

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Yo no le voy a pedir la luna, ni me las tiro de pechugona, para pretender solucionar los eternos problemas de mi tierra, más viejos que Matusalén. Lo que sí le voy a pedir, en mayúscula sostenida, es que mantenga incólume su don de servicio y que, hasta donde se lo permitan sus fuerzas, trabaje por una Guajira mejor, la tierra donde usted verá crecer a su muchachita y a todos los hijos con que el creador tenga a bien bendecirlo.

Quiero poder regresar siempre a mi tierra sin miedo y no tengo la menor idea de como le hará, pero se lo escribo en mi cartica, pa’ ver si me hace esa vuelta, con la misma devoción con que un día andaba zancajeando un colchón pa’ regalarlo en navidad y que yo, conmovida con su diligencia, a bien tuve solucionar.

Después de andar de pedigüeña, lo mínimo que puedo es ponerme a la orden, porque no se trata de qué puede hacer por mí y qué es lo que me va a tirar. La vuelta es más bien, Señor Gobernador, cómo lo podemos ayudar, para que contra viento y marea, con un equipo tan eficaz como el de esa campaña bonita y entusiasta y con la ayuda de su pueblo, usted pueda cumplir la palabra.

Ese día, en hora buena, no me pondré el sombrero, al final de su mandato, deseo quitármelo y decirle: “chapeau” por cumplirle a mis paisanos y honrar su palabra, y aunque si no es el Sagrado Corazón, se lo voy a repetir: Jairito, en tí confío.

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