
El departamento de La Guajira, tierra bañada por el Mar Caribe, con una raza bravía que enaltece el sentir de la geografía colombiana, vivió momentos aciagos desde el año 1974 hasta 1982, en el marco de la bonanza marimbera; claro, con la complicidad de cierto número de efectivos de la Policía Nacional de aquella época, que nunca hicieron honor a la Institución Armada. A quien más efectos negativos le causó fue al hoy Distrito de Riohacha y a su zona rural, incluyendo al hoy municipio de Dibulla, que en ese entonces era corregimiento de la capital guajira.
Lamentablemente, un buen número de ciudadanos y ciudadanas se olvidaron de sus responsabilidades con la sociedad, inclinándose por la siembra y la comercialización de la marihuana.
¿Quién niega que la gente de la zona rural del Distrito de Riohacha tenía vocación agrícola? Las siembras de algodón, plátano, maíz, frijol y mango, entre otros cultivos, estaban a la orden del día. El campo era productivo; la economía popular en el Distrito de Riohacha se mantenía sana, porque atrás había quedado otra época difícil de ingrata recordación: la bonanza cafetera, pero no como cultivo, sino como símbolo del contrabando entre Riohacha y la isla de Aruba, un fenómeno que ni el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla pudo combatir cuando, por decreto, había declarado a nuestro territorio como Puerto Libre.

La siembra de marihuana se extendió por la Sierra de las Palmas, Tomarrazón, Matitas, Cascajalito, Juan y Medio y Tigreras, y la responsabilidad recayó en un buen número de campesinos pobres que vinieron de otros lares. ¿Y quién no hubiera actuado así, cuando sus prerrogativas económicas aumentaron considerablemente? Lo cierto es que, cuando las tierras comenzaron a producir la hierba y se inició su comercialización ilegal, esta se convirtió en una maldición del diablo. ¿Cuál fue la razón?
1. Cierto número de riohacheros se metieron de lleno en este negocio. Luego, hicieron contactos con personas de los Estados Unidos de Norteamérica. A partir de allí nacieron las “conexiones” para enviar la marihuana al país del norte.
2. El negocio prosperó en Riohacha y en La Guajira, con la complicidad de ciertos efectivos de la Policía Nacional de la época, quienes sabían en qué sitios estaban los cultivos y los lugares de embarque hacia los Estados Unidos. Sin embargo, los uniformados se vendían. Para ellos, el dinero estaba por encima de la prestigiosa institución que les había otorgado la confianza para pertenecer a ella como guardianes de la vida, bienes y honra de los colombianos.
3. Camiones Ford, Dodge y Chevrolet 600 entraban al perímetro urbano de Riohacha cargados de marihuana, en caravanas, para ser almacenados en diferentes parqueaderos. Tres días más tarde, esa “mercancía” era trasladada a las pistas clandestinas de la Alta Guajira, desde donde se despachaba hacia los Estados Unidos y las islas del Caribe.
4. Cuando la mercancía era despachada sin contratiempos, se le conocía como el “corone”. Los riohacheros involucrados en el negocio regresaban de la Alta Guajira contentos, se dedicaban a consumir Old Parr, hacían disparos al aire y los equipos de sonido sonaban a todo volumen hasta el amanecer.
5. Los embarques se realizaban principalmente en las noches. Las luces de los carros de los marimberos y de los patrulleros de la Policía Nacional iluminaban las pistas clandestinas para que los aviones DC-3 procedentes de EE.UU. pudieran aterrizar sin problemas.
6. El riesgo era latente y en múltiples oportunidades se presentaron accidentes fatales. En una ocasión, un avión se accidentó y murieron todos sus tripulantes: gringos y guajiros, entre ellos un riohachero. En otro caso, un indígena wayuu murió al ser alcanzado por la hélice de un DC-3 mientras intentaba guiar a los pilotos para aterrizar en la noche. Sus familiares, enfurecidos, asesinaron a los pilotos gringos y prendieron fuego al avión.
7. La bonanza marimbera en Riohacha fue liderada por “capos” que acumularon grandes fortunas, se rodearon de gente peligrosa y extendieron sus negocios en el mercado internacional. Imperó la ley del más fuerte, y un número incalculable de crímenes quedaron en la impunidad.
Los valores se invirtieron
Una de las secuelas más graves de la bonanza marimbera fue la inversión de valores en Riohacha.
Increíble, pero cierto: los marimberos se hicieron sentir. Con el poder del dinero, lo conseguían todo: mujeres hermosas, fiestas exclusivas y respeto forzado. Profesionales de la época se veían obligados a servirles tragos de Old Parr como esclavos. En casas donde eran recibidos, pedían que les colgaran un chinchorro para dormir en el patio, y en un acto grotesco, humillante y burlesco, orinaron a sus propios anfitriones, entre risas y celebraciones.
Para nadie es un secreto que la inversión de valores sigue imperando en la capital guajira como secuela de la bonanza marimbera.
El salto de la mula a la Ranger
Muchos marimberos pasaron de la mula a la Ford Ranger último modelo, con aire acondicionado y sonido de alta potencia. No sabían invertir su dinero, así que lo gastaban en carros de lujo, parrandas y extravagancias. Llegaron al extremo de comprar camionetas para regalarlas a cantantes vallenatos a cambio de ser mencionados en sus canciones.
Los “Culos Puyú”
Los marimberos creían que Riohacha era suya, y lo demostraban portando revólveres a la vista. El bulto en su espalda era evidente, por lo que fueron apodados “Culos Puyú”.
Uno de ellos mató a Copetrán, un demente que deambulaba por las calles 6 y 7, y el crimen quedó en la impunidad.
La corrupción en la Policía
El poder de los marimberos ante la Policía Nacional de la época era absoluto. Se realizaban fiestas dentro del comando policial, donde los capos contrataban conjuntos vallenatos para celebrar su fortuna.
Reflexión final
La bonanza marimbera dejó en Riohacha muertes, corrupción y secuelas que aún perduran. Algunos hicieron dinero e invirtieron bien, pero el 70% derrochó su fortuna y hoy viven de los recuerdos.
Sin embargo, la Policía Nacional de hoy no es la de aquella época. El entonces comandante Alejandro Callejas, en entrevista con el radioperiódico El Flechazo, afirmó:
“Los marimberos y narcotraficantes entran ahora al Comando de la Policía Guajira, no a bailar ni a fiestar, sino con las esposas puestas, listos para ser judicializados y que les caiga el peso de la ley”.
Hoy, la bonanza marimbera es historia. ¡Cómo pasa el tiempo!
¡Y… pare de contar!