Que la constitución de la mayoría de países democráticos no exija requisitos académicos para ser presidente, es lo más democrático de las democracias pues permite a cualquier ciudadano aspirar a gobernar su nación. Nuestra constitución exige para ser Presidente ser colombiano de nacimiento, ciudadano en ejercicio, mayor de treinta años de edad y haber residido los últimos seis años en la república.
No se exige título académico a quien aspira a dirigir los destinos de la nación, porque en democracia el valor básico es la igualdad y esta se convierte en el derecho a elegir y ser elegido. Teóricamente cualquier ciudadano puede ser Presidente si reúne esos requisitos, pero en la realidad hay ciudadanos que tienen más posibilidad por haber ejercido cargos públicos o tenido una representación política, lo que da conocimiento, experiencia en el manejo de lo público y estatus o poder para aspirar a ser Presidente.
Julio Cesar Turbay Ayala – ex presidente de Colombia – no tenía título profesional pero antes de ser Presidente fue senador, ministro, embajador y Presidente de la Republica en calidad de designado. Tenía mucha experiencia política y eso sin duda lo forjó en los asuntos del gobierno y le brindó la oportunidad de ser Presidente del país.
En el 2021 Pedro Castillo Terrones gano la Presidencia de Perú. Se trata de un humilde maestro de escuela primaria (esto no lo descalifica), de quien no podríamos decir que es ignorante en cuanto a su formación para enseñar, pero si respecto de su poca experiencia política y el desconocimiento de los asuntos del gobierno y el Estado, lo que fue evidente en varias entrevistas durante su campaña en donde mostro su ignorancia en temas económicos, relaciones exteriores, problemática interna de su país, administración pública y, en general, sobre cómo iba gobernar. Pese a todo el pueblo lo eligió Presidente y en sus dieciséis meses de gobierno demostró su incompetencia para gobernar al Perú.
Entre Turbay y Castillo hay diferencias enormes. El primero fue un político avezado y con conocimiento empírico del Estado; el segundo, un profesor de primaria que no había hecho más en su vida otra cosa que enseñar en una escuela de su pueblo. Turbay fue un lobo en la política; Castillo apenas un aprendiz, un novato que llego a Presidente a aprender cómo se dirige un Estado. Un “chapucero” hasta para dar un golpe de Estado, al decir de su paisano Jaime Bayle.
Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción – dijo Bolívar – y tal cual se comportó políticamente el pueblo Peruano al elegir a Castillo. El tiempo demostró su incompetencia, tanta que en un acto de torpeza política quiso cerrar el Congreso para gobernar por decreto, dando un autogolpe a la Constitución y a la democracia, pero el tiro le salio por la culata y fue destituido por el poder legislativo por “incompetencia moral”.
No se puede ser más torpe para gobernar como lo hizo Pedro Castillo. Cómo se le ocurre clausurar el Congreso, otro poder público y pilar de la democracia. La división del poder público se sustenta en el apotegma “solo el poder controla al poder”. Que estaría pensando Castillo? hacer lo mismo que en Venezuela, acaso subvertir la constitución Peruana para implementar el “socialismo del siglo XXI” ideado por los Cubanos, copiado por Chávez (castrochavismo) y continuado por Maduro. Típico de un régimen autoritario fue lo que quiso hacer Castillo, intervenir los demás poderes para gobernar sin contrapesos políticos y de esta manera instaurar una dictadura con apariencia de “democrática”, pero realmente autoritaria, tiránica, violatoria de la democracia, de los Derechos Humanos, del orden constitucional y de las garantías, derechos y libertades ciudadanos.
“Manual para gobernar torpemente” debería ser el libro por escribir que Pedro Castillo nos legue para la posteridad con todas sus torpezas políticas cometidas durante su mandato. Él mismo es el único responsable de su propia suerte, él fue víctima de su propio invento o más bien de su propia torpeza, en parte por su falta de preparación y de experiencia.
Pero es que el ejercicio del poder requiere más que formación académica. Gobernar es un arte y para ejercer el poder – es decir para mandar – se necesita tener el mejor de todos los sentidos, que es el sentido común, la intuición natural. Un Presidente debe rodearse de personas competentes, dejarse guiar, asesorarse bien, conformar un buen gabinete de gobierno, tener buenos consejeros que lo orienten en la toma de decisiones, aplicar las lecciones de ciencia política enseñadas por Maquiavelo. Se ve que Castillo nunca leyó a Nicolás Maquiavelo y su obra cumbre “El Príncipe”, manual obligatorio de práctica del ejercicio del poder para cualquier político.
El foro de Sao Paulo diseñó la estrategia política de llegar al poder a través del voto democrático, pero una vez obtenido el poder, se debe cambiar la constitución para tener el control de los demás poderes e implantar el socialismo.
Lo ocurrido en Perú es un llamado de atención para los demás gobiernos de izquierda de Suramérica. Ojo señores Presidentes no jueguen con fuego, no subviertan el orden constitucional, no intenten gobernar por decreto para implantar una dictadura. Esa no es la vía, hay una constitución e instituciones que legitiman la democracia y que se deben respetar y hacer cumplir y, unas fuerzas militares y de policía autorizadas por la propia Constitución para preservar el orden constitucional vigente, el sistema democrático, la libertad y los derechos de todos los ciudadanos.