La Guajira, la frontera oculta
Cuando se habla de las relaciones con Venezuela el punto de referencia que más importa al centralismo Bogotano es la frontera de Norte de Santander la cual de manera casi exclusiva se ha privilegiado del otorgamiento de beneficios, transferencias de recursos de la nación, asuntos diplomáticos y gestión de apoyo para las comunidades de cooperación internacional; razón que a muchos nos hace pensar sobre el trato desigual que otros departamentos como Arauca, Vichada, Guainía, Cesar y La Guajira tienen en esa participación, aunque tienen una frontera viva, no se tienen en cuenta las características particulares de ellas que merecen la misma atención del estado en toda su plenitud.
De los 2.219 kilómetros de frontera entre la Repúblicas de Colombia y la Bolivariana de Venezuela, el Departamento de La Guajira comparte con el Estado del Zulia (Venezuela) no menos de 249 Kilómetros de límite territorial, además que como en otros lugares la afluencia de migrantes venezolanos es mayúscula lo que ha llevado al desbordamiento de la atención en la capacidad de atención de los nativos colombianos y los recién llegados al territorio provenientes del vecino país.
Afirmar sin derecho a réplica que la frontera Guajira tiene menor tráfico de un lado al otro de personas o intercambio comercial que en otros puntos geográficos es seguir desconociendo la existencia de la Gran Nación Wayúu la cual se estima que en la actualidad sobrepasa de 700 mil personas entre los dos países, lo cual gracias a la influencia de los textos antropológicos y etnohistóricos se le reconoció en ambas constituciones la ocupación milenaria del territorio y su posibilidad de transitar de manera libre sin necesidad de documentos como pasaporte o visas, hecho que no ha permitido descifrar el flujo real pero lo cierto que de un lado y el otro de la frontera se debe reconocer la existencia mayúscula de necesidades insatisfechas, como pasa en el lado colombiano con la Sentencia de la Corte Constitucional T-302 de 2017 que declara la situación de cosas inconstitucionales en materia de saneamiento básico, salud y educación.
Además de la situación de los hermanos Wayúu se debe estimar que con los flujos migratorios realizados entre los años setentas, ochentas y noventas cientos de miles de personas han entrelazado usos y costumbres que han permitido modificar elementos culturales en materia gastronómica, folclórica, social, educativa y familiar, ya casi los zulianos parecen Guajiros (colombianos) y los Guajiros viven sumergidos en las nuevas tendencias sociales traídas de más allá de Paraguachón. ¿Por qué entonces en Bogotá no se reconoce esa realidad?
Según las estadísticas que se manejan en Migración Colombia, se han legalizado en La Guajira alrededor de 87.000 ciudadanos extranjeros, cifra risible pues con cada cual que me encuentro me dice que está ilegal, quiere decir lo anterior que el número no registrado debe ser muy superior, sin embargo, se exige a las alcaldías y a la Gobernación la atención integral so pena de sanciones y desde el centro de Colombia no se adicionan recursos a esos entes territoriales, que se han quejado múltiples veces por el desbordamiento de los servicios requeridos para garantizar constitucionalmente los derechos a los presuntos refugiados.
Gloria a Dios para este periodo constitucional que recién empieza, esta jurisdicción logró llevar al capitolio a cinco oriundos del departamento quienes tienen la obligación de visibilizar la frontera oculta, logrando la inclusión de La Guajira en los mega programas y proyectos que se van a realizar para la normalización de las relaciones bilaterales como lo pidió el Presidente de la República a sus delegados. Allí debe medirse su capacidad de lobby para mejorar el manejo de la situación que ancla a este territorio al último lugar en el cumplimiento de los fines del estado.
