
Hace unos días, el obispo de Riohacha, monseñor Francisco Ceballos, hizo un llamado urgente a la reflexión y al diálogo social como camino para el desarrollo de La Guajira. En su comunicado, “Diálogo social por el desarrollo de La Guajira”, denunció la grave crisis humanitaria, ambiental, política y económica que afecta al departamento y que ya no puede seguir siendo ignorada. El Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) respaldó su mensaje, reafirmando la importancia de la Iglesia como mediadora en la búsqueda de soluciones.
La realidad de La Guajira contrasta con sus riquezas naturales. La población sufre los estragos del desempleo, el abandono estatal y la corrupción rampante, mientras sus recursos naturales son explotados sin generar un beneficio equitativo para sus habitantes, porque excluye a la mayoría, perpetuando la desigualdad y la pobreza.
Monseñor Ceballos hace un llamado claro: ¡Es hora de dejar de lado las diferencias y trabajar por un Gran Acuerdo para el Desarrollo de La Guajira!
Los líderes políticos han contribuido a esta crisis, convirtiendo el departamento en un botín donde el saqueo de los recursos públicos es la norma y la atención a las necesidades de la gente es la excepción. Los indicadores sociales dan vergüenza y la crisis humanitaria persiste, con niños muriendo de desnutrición mientras los politiqueros se afanan en repartirse el poder.
El bloqueo constante de las vías es una manifestación del clamor de un pueblo que exige justicia, cansado de promesas incumplidas y que ya no cree en sus dirigentes. La violencia ha tomado protagonismo, con el orden público descontrolado y la inseguridad creciendo, dejando muertos abandonados en las calles. Sin embargo, los gobernantes, lejos de actuar con firmeza y justicia, se muestran ausentes o incapaces de garantizar la paz y el bienestar de los ciudadanos; prefieren viajar y exhibirse en redes sociales.
En este panorama desolador, el mensaje de monseñor Ceballos es un grito de auxilio pero también una invitación a la esperanza. Propone el diálogo como única vía para superar las diferencias y construir consensos mínimos que permitan avanzar. La Iglesia, con su rol histórico como mediadora, se ha puesto al servicio de esta causa, aceptando el desafío de facilitar conversaciones entre los distintos actores del departamento.

La Guajira necesita dirigentes con verdadero compromiso y entiendan que gobernar es mucho más que administrar recursos o repartir cargos. Se requiere una visión integral de desarrollo donde la educación, la salud, la infraestructura y la generación de empleo sean prioridades reales. Es urgente que los políticos dejen de robar y se enfoquen en una gestión efectiva basada en transparencia y responsabilidad. El saqueo institucional debe detenerse, y para ello es fundamental que la sociedad civil se mantenga vigilante y exija cuentas a los gobernantes.
Asimismo, es imprescindible que el gobierno nacional asuma su responsabilidad garantizando condiciones dignas para los guajiros. No basta con planes y discursos; se necesitan acciones concretas que reduzcan la brecha social y generen oportunidades para todos. La seguridad también debe ser una prioridad porque sin orden público no hay desarrollo posible.
El respaldo del CELAM al llamado de monseñor Ceballos refuerza la urgencia de una respuesta coordinada. La comunidad internacional está observando lo que sucede en La Guajira; es momento de demostrar que los guajiros tienen la capacidad para transformar su realidad. No podemos seguir siendo noticia por corrupción, violencia o pobreza extrema. Contamos con recursos naturales, riqueza cultural y talento humano para convertir al departamento en un modelo de desarrollo sostenible e incluyente basado en voluntad política, honestidad y compromiso.
En mi condición de veedor ciudadano invito a los dirigentes políticos, empresarios y actores sociales de La Guajira a reflexionar seriamente sobre las palabras del obispo. No podemos seguir esperando que las soluciones vengan de afuera; debemos construirlas nosotros mismos con trabajo honesto y una visión a largo plazo. La historia nos juzgará por lo que hagamos hoy; es nuestra responsabilidad cambiar el destino del departamento.
El diálogo social es la oportunidad que La Guajira necesita para salir del abismo en el que la han sumido por décadas los politiqueros. No hay excusas para seguir fallando: el momento de actuar es ahora.
Y como dijo el filósofo de La Junta: “Se las dejo ahí…” @LColmenaresR