
Según el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (2023), Colombia en los últimos años se ha destacado como el sexto país de América latina en el desarrollo e innovación de proyectos relacionados con la Inteligencia Artificial, esto demuestra un firme crecimiento en todo lo relacionado con la IA. Este crecimiento se ve reflejado en el aumento de investigaciones significativas sobre IA en los últimos diez años, investigaciones que dieron como resultado la presentación del CONPES 2775/2019, el documento titulado: Marco ético para la inteligencia artificial en Colombia en el 2020, el documento titulado: Recomendaciones para el desarrollo y fortalecimiento de la IA en Colombia en el 2022, entre muchos otros.
Sin embargo, existe una enorme ambivalencia con respecto a la IA. Por un lado, se plantean grandes esperanzas y expectativas, próximas a una solución tecnológica según el cual todos nuestros problemas (económicos, sociales, ambientales) se arreglarán con el desarrollo y uso de la IA y las demás tecnologías convergentes. Por otro lado, existe un enorme desconocimiento social (en la ciudadanía, en las empresas, en las instituciones y organizaciones) referente a esta tecnología, sobre sus posibilidades, sus potenciales beneficios y sus riesgos. No se percibe socialmente la importante cadena de valor que dispone usar, compartir y reutilizar los datos mediante algoritmos de IA, para generar políticas públicas anticipatorias, servicios, actividad económica y acciones de denuncia social. Y el desconocimiento se traduce en una percepción distorsionada de esta tecnología, produciendo miedo, desconfianza y rechazo en una sociedad tan compleja como la colombiana.
Para lograr el objetivo de una IA justa y éticamente responsable es preciso, en primera instancia, superar las barreras que pueden intervenir en la aplicación de esta tecnología. Es decir, es necesario generar confianza entre los usuarios y las empresas e instituciones que desarrollan las tecnologías. Es necesario que los usuarios acepten y se apropien social y éticamente de estas tecnologías. La persistencia de la desconfianza terminará convirtiéndose en incertidumbres y riesgos que pueden afectar de manera decisiva al desarrollo y la utilización de la IA. Inicialmente, la introducción de una tecnología en un determinado entorno es sólo una “novedad”; esta novedad se convierte en “innovación” que es en la etapa en la que estamos actualmente en Colombia, cuando esta innovación es adoptada por la comunidad o el grupo social al que va dirigida. Las características de este proceso de adopción son muy variadas, ya que el acercamiento que una comunidad o grupo hace a la innovación propuesta se produce a través de conjuntos de prácticas, representaciones sociales y valores éticos sobre dicha innovación.
En este sentido, un elemento fundamental para la aceptación social y apropiación de la IA es la ética. La práctica del uso de una tecnología está estrechamente relacionada con los principios éticos que incorpora y es la condición básica para la apropiación y aceptación de la tecnología por parte de la comunidad.

Así, la importancia de la ética en el desarrollo de la IA constituye un instrumento privilegiado para el imprescindible empoderamiento tecnológico de la ciudadanía. Asimismo, y como necesario complemento del desarrollo ético, los poderes públicos y en general, las instituciones y otras organizaciones, han de promover la formación y sensibilización de la sociedad sobre el potencial de la IA para generar valor económico y social, haciendo hincapié en los deberes de cuidado y a la vez, en las oportunidades que un tratamiento correcto y ético de la IA ofrece para la investigación biomédica, la salud, la gestión administrativa, los servicios sociales, la atención a colectivos desfavorecidos, el desarrollo económico, la innovación; esto es, para el bien común que legitima precisamente este uso socialmente responsable de la IA y la ciencia de datos masivos.
Por otro lado, se debe de tener en cuenta que este tipo de tecnologías evolucionan muy rápido en el tiempo, por lo que es necesario que el marco ético sea dinámico y se adapte a la nueva realidad. Es por esto por lo que los futuros gobiernos de Colombia deben seguir mejorando y desarrollando el marco ético de la IA ya implementado. Este marco actualmente está alineado y trabaja de la mano con los proyectos e iniciativas de IA realizados en Colombia. Es fundamental entender que este marco no sólo funciona en la implementación de la IA y la tecnología en sí, sino también en el desarrollo de estas nuevas políticas e iniciativas.
Asimismo, se debe seguir enfatizando e implementando principios del marco ético específicos como el de la “Prevalencia de los derechos de niños, niñas y adolescentes, équidas de género, diversidad racial y religiosa, sostenibilidad ambiental, entre otros” en los diferentes proyectos que se desarrollen desde el gobierno en materia de IA, lo anterior es fundamental debido a que esto persiste en ser una población y sector vulnerable en los impactos que esta tecnología puede tener.
El gobierno colombiano en conjunto con los diferentes actores de interés podría liderar acciones como las siguientes:
- Promover mecanismos y herramientas para la auditoría interna y externa de algoritmos utilizados por el sector público y privado.
- Explorar mecanismos que favorezcan el cierre de brechas de conocimiento sobre IA y su impacto.
- Explicabilidad de algoritmos para sectores y poblaciones específicas.
Sólo así será posible un nuevo pacto “tecnoético-social” (entre ciudadanos, organizaciones y estados) que, basándose en una reflexión ética, evite las injusticias algorítmicas (por falta de inclusividad, por desigualdad, por discriminación) y promueva el bien común. El desafío es desarrollar la IA (y demás tecnologías disruptivas) con equidad y participación, alineada con los modelos mundiales de investigación e innovación responsables y que favorezca su apropiación social en términos de lo que se ha denominado “tecnologías entrañables” abiertas, versátiles, controlables, comprensibles, sostenibles, respetuosas con la privacidad, centradas en las personas y socialmente responsables (con especial cuidado de los individuos y colectivos más desfavorecidos). De ese modo, se generarán entornos tecnológicos “amigables”, que no aíslen del mundo fuera de línea ni de nuestro cuerpo y que incrementen la conexión social que contribuye efectivamente a la vida común.