Estados Unidos eligió nuevamente presidente a Donald Trump, para bien o para mal, después de cuestionar su primer mandato por sus comportamientos agrestes e irrespetuosos, hasta el punto de desconocer el resultado electoral al finalizar su primer período. Ordenó el saboteo del protocolo de reconocimiento al expresidente Joe Biden por parte del Congreso de EE. UU., el cual fue asaltado por turbas de fanáticos que protagonizaron una asonada con el fin de obstruir las formalidades de transición del mandato, alterando el orden público con hechos violentos. Dicho complot, en cuyos controles policiales se registraron homicidios, lesiones personales y un número significativo de detenciones, terminó con condenas judiciales para los responsables. Sin embargo, Trump, en uso de sus facultades, los indultó para liberarlos y limpiarles la pena condenatoria.
El presidente Donald Trump registra hechos relevantes e investigaciones penales en competencia electoral, al derrotar a las únicas dos candidatas inscritas que han aspirado a la presidencia de Estados Unidos en sus 47 elecciones presidenciales: Hillary Clinton y Kamala Harris, ambas del Partido Demócrata. Los republicanos no postulan mujeres, ni siquiera a la vicepresidencia. Las mujeres no han sido apreciadas ni valoradas para tener ocasión u oportunidad de gobernar el imperio americano, apto y atornillado al machismo y a las fuerzas intimidatorias y conflictivas que imperan en su sistema de gobierno.
El gobierno de Donald Trump tiene un perfil tirano y dictatorial, imponiendo criterios caprichosos y absurdos y registrando hechos negativos que ya se preveían por su estilo pedante y autoritario. A lo mejor, pretende que al terminar los cuatro años de gobierno, seguirá mandando de manera similar a cualquier dictador, declarando y ordenando decretos ejecutivos con abusos y arbitrariedades. Esto, aprovechando la inmunidad concedida por la Corte Suprema, relacionada con acciones delictivas e ilícitas que lo amparan mientras ejerce el gobierno en su condición de mandatario.
Preparémonos para observar un gobierno tormentoso y bochornoso, que tiene a muchos prevenidos. Le han perdido el miedo y le responderán en legítima defensa si no se rinden o ceden al sometimiento y dependencia del patrón dictatorial. Aferrémonos a Dios para que nos proteja del peligro de acciones malvadas.
El presidente Trump gobierna cargado de odios, rencillas y sed de venganza. Ya comenzó a ejecutarla de manera absoluta, sin medir el respeto a los derechos humanos ni a las relaciones diplomáticas. Si su gobierno no respeta, tampoco debe ofenderse ni irritarse si lo irrespetan con repudios, ofensas, insultos y cuestionamientos en las opiniones de columnistas.
Redadas, deportaciones y políticas discriminatorias
El gobierno de Estados Unidos comenzó las redadas de inmigrantes indocumentados para ejecutar deportaciones masivas de al menos 10 millones de personas de distintas nacionalidades.
Trump desconoce la diversidad de género y ha ordenado la prohibición de matrimonios entre personas del mismo sexo y la desvinculación de miembros de la comunidad LGBTI+ del ejército, al considerar que la entidad es “para machos”. Además, ha revocado derechos adquiridos y ha puesto en peligro a esta comunidad por motivos discriminatorios.
Quiere cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América, a pesar de que el territorio no está en Estados Unidos. También ha planteado anexar a Canadá como el Estado 51 y arrebatar Groenlandia a Dinamarca en contra de la voluntad de sus habitantes. Ambos países se oponen a esta expansión territorial forzada.
Otro de sus objetivos es intervenir el Canal de Panamá y apropiarse de las operaciones del transporte marítimo, así como el retiro de EE. UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS). También eliminó la participación del país en el Acuerdo Climático y revocó la licencia de producción de vehículos eléctricos, en favor de Elon Musk, su mayor aportante económico en la campaña presidencial, obligando a retomar la producción de vehículos a gasolina.
Asimismo, reabrió las condenas a muerte, que ya habían sido erradicadas en muchos estados, e implementó el ingreso de migrantes a la cárcel de Guantánamo, con el fin de castigarlos con torturas.
Sanciones, bloqueos y comercio internacional
El presidente Donald Trump constantemente amenaza con sanciones y bloqueos financieros, generando provocaciones que pueden desencadenar reacciones impredecibles.
En el ámbito del comercio, las naciones deben gozar de libertad para negociar con quien les ofrezca mejores garantías. Las imposiciones de aranceles y restricciones comerciales deben respetar los tratados internacionales formalmente establecidos en los congresos legislativos de cada nación. Las políticas de arrogancia e imposición no son el camino correcto.
Negación del cambio climático y consecuencias económicas
Ignorar la transformación climática es desconocer las graves tragedias ambientales que azotan a Estados Unidos, como incendios, huracanes e inundaciones. Volver al uso de petróleo y carbón en contra de acuerdos firmados por 190 naciones es una decisión temeraria y de mala fe.
Las deportaciones masivas traerán consigo problemas internos en sectores como albañilería, agricultura, servicios de aseo, mantenimiento, restaurantes, transporte, seguridad y carga, donde gran parte de la mano de obra proviene de inmigrantes.
Si bien es cierto que algunos extranjeros han cometido delitos, no se puede generalizar y tratar a todos como delincuentes sin filtrar antecedentes.
El conflicto con Colombia y la intervención diplomática
A raíz de estas deportaciones masivas de colombianos, se generó un enfrentamiento diplomático entre Donald Trump y Gustavo Petro. Sin embargo, el conflicto fue apaciguado gracias a la intervención del canciller Luis Gilberto Murillo, el embajador Daniel García-Peña y el expresidente Álvaro Uribe.
A diferencia de muchos seguidores políticos que solo se dedican a criticar y burlarse, sin aportar soluciones concretas, estas figuras lograron sofocar el conflicto y restablecer la relación bilateral.