3. Vendrán muchos pueblos y dirán: “Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas”. Porque de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra de Jehová.
Isaías 2.
La iglesia es la esperanza de las naciones, dado que allí es en donde se proclama la verdad. Luego de reprender a Jerusalén por sus pecados, Isaías declara la gloriosa restauración de Judá y de Jerusalén. El monte Sión será famoso por el Templo de Jehová, y será exaltado entre las naciones; muchos pueblos acudirán con esperanza y expectativas, porque desde allí será predicada la Palabra de Jehová, es decir, el evangelio, y Dios vendrá a reinar.
Su pueblo no conocerá la guerra: ya no habrá necesidad de fabricar armamentos, por lo que las lanzas y las espadas servirán como herramientas de producción. Cuando la Palabra de Dios haya sido proclamada en todo el mundo, vendrá el fin, y entonces, volverá el Rey por Su pueblo, para gobernar en Su reino con justicia y equidad.
Vivimos en un mundo lleno de tinieblas, pero vivimos unidos a Dios, como hijos de luz. No fue así con el pueblo de Judá, que habiendo quebrantado el pacto con Dios, establecieron alianza con los gentiles y tomaron para sí a sus ídolos. Su poder económico y militar los llevó a confiar más en sus riquezas y en sus ejércitos, antes que en Dios.
No solo esto, sino que desecharon a su Creador, se entregaron a la idolatría. Por tanto, Dios también los desechará, porque son corruptos como los hijos de las tinieblas, pecan y por sus pecados serán juzgados. Más los que obedecen a la Palabra de Dios, que es la luz, no tendrán por qué temer ni huir en el día del juicio final.
Al final de los tiempos, Dios gobernará el universo entero y Su Palabra saldrá de Sión, donde se reunirán todos para escucharla. Se acabarán las guerras y los conflictos, y comenzará una nueva época de paz. Israel es juzgada por haberse alejado de Dios y haber seguido a los ídolos buscando el beneficio propio. Si bien hoy en día los cristianos también vivimos en el mundo, no debemos seguirlo ya que este debe ser objeto de transformación y no de imitación.
*Así, seremos un pueblo sagrado cuando permanezcamos bajo la luz de Jehová y vivamos anhelando Su soberanía, basándonos únicamente en Su Palabra. Podemos vivir una vida radiante como una luz y bajo Su soberanía, cuando obedecemos la Palabra de Dios*. Dios les guarde.
