Edicion octubre 9, 2024

Villanueva, su encanto de ensoñación, con su magia inmarcesible

Columnista - Hernán Baquero Bracho.

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Columnista – Hernán Baquero Bracho.

Villanueva, la tierra bella, hoy convertida en Cuna de Acordeones, por toda la trascendencia en su recorrido por el folclor guajiro, en el presente, llamado Vallenato, siempre ha estado rodeada de una aureola, que como las ninfas de la mitología griega, ha sido protegida por el ser supremo y por miles de ángeles en todos los tiempos de lo que ha sido y se ha constituido su historia basada en leyendas, pero también en realidades que ocurrieron y continúan ocurriendo en su inmarcesible canto, que como la sirena, se siente su eco en lontananza. Sí, es la magia de Villanueva, que ya en la real Academia Española era conocida como un poblado de indígenas, por allá a partir de 1530. Luego fue fundada sobre esa población indígena en el año de 1562 por el encomendero Luis de Villanueva, de ahí su nombre y cien años después, se cambió su nombre de San Luis de Villanueva por Santo Tomás de Villanueva.

La magia de Villanueva siempre ha estado presente en su devenir histórico. Cuando los españoles se establecieron en esta tierra por unas décadas, hicieron sus cultivos en lo que hoy se conoce como San Pedro y sus alrededores, además de lo que se conoce también como la Sarahíta, todas ellas tierras muy fértiles y por eso fue que trajeron en el año de 1640 al ingeniero Pedro de Zambrano, para que en primera instancia desviara el río Villanueva, que su cauce natural era por lo que hoy se conoce como La Granja Roja, del exparlamentario Román Gómez Ovalle, de ahí la cantidad de piedras inmensas que adornan este paraje y seguía su curso  por lo que se conoce como Calle de las Piedras, bajando por El Ceibote y siguiendo su curso a las tierras ya mencionadas. Pues sí, el ingeniero Pedro de Zambrano desvió el rio y canalizó las acequias, para que los cultivos de los españoles obtuvieran mejores cosechas, pero, además, los españoles trajeron esclavos para las tareas diarias de estos cultivos. La descendencia de estos esclavos se estableció en lo que es hoy el barrio El Hormigueral, de ahí que la mayoría  de sus pobladores son de color negro. En esa época, comenzaron a llegar los misioneros españoles, que ya en inicios de 1570 a 1590 comenzaron a construir la iglesia donde se encuentra actualmente, con palma de cócora, esta fue quemada por los indígenas para el año de 1581.

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La magia de Villanueva continuó de manera ascendente con Los Canopanes, los caciques que mandaban en Villanueva para los años 1800, siendo el último cacique de Los Canopanes, Eusebio, quien venció a las tropas españolas en el año de 1813, convirtiéndose en el héroe de Villanueva. Luego vino la inmigración de extranjeros, iniciándose con el inmigrante francés “Musiu” Dangon, en 1840, dando inicio al cultivo del café, en la Sierra Negra de la Serranía de Perijá, en su predio denominado “El Torno” hoy propiedad de Olayo Botello. Más tarde comenzaron a llegar los inmigrantes de Oriente Medio, del país de Siria, quienes llegaban a Villanueva por el clima tan agradable para la época de 17° centígrados. De allá llegaron los Bendeck, los Mazziri, los Salém, los Yamín, los David, los Habid, los Zebbi, entre tantas familias laboriosas que se cruzaron con descendientes españoles, como los Daza y de personal descendientes de los Santanderes.

La magia continuó con los primeros periodistas que tuvo Villanueva como fue el presbítero Silvestre Daza Daza y sus sobrinos, Manuel María Lacouture Daza y Manuel María Dangond Daza. Magia que luego se patentizó en los mejores educadores que ha tenido la región como lo fueron los maestros Rafael Antonio Amaya Núñez, Luis Beltrán Dangond Ovalle, Rafael Peñaloza López, Nicomedes Daza López, Alfonso Daza Dangond, entre otros. Luego, la magia se hace presente con los mejores profesionales que ha dado la tierra bella, de gente honorable, hospitalaria, noble, proba, recta en todos sus procederes y de renombre nacional.

Después de tanta trascendencia, llega nuevamente la magia de diciembre con sus encantos de alegría, pero también con sus tristezas de personajes tan queridos que se nos han ido, que por mucho tiempo no serán olvidados, ellos, de seguro, representan la nostalgia de bellos recuerdos. Esta es la magia de Villanueva, que ni los oropeles de la política, ni los fanáticos de la subversión y del paramilitarismo le han podido quitar, porque las ninfas de este paraíso terrenal continúan protegiéndolo de las malas influencias y de la gente tóxica que ha tenido este pueblo en más de 400 años. ¡Viva Villanueva y su magia encantadora!.

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