Hoy no escribiré sobre política agroindustrial, financiera ni de comercio agrícola, dedicaré estas cortas líneas a reflexionar sobre el sistema de educación superior, que no está pasando por su mejor momento.
Las denuncias hechas por el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, sobre una lista de más de dos mil estudiantes que llevan entre 14 y 39 semestres matriculados en la Universidad de Antioquia, sin alcanzar el título de pregrado, es, como dice el dicho, la cereza en el pastel. Ojalá los organismos de control fiscal, disciplinario y judicial, investiguen rápidamente que hay detrás de esta grave denuncia, y de paso investigar, sobre los rumores de presuntas exigencias de grandes sumas de dineros a estudiantes que se postulan a una especialización en las facultades de medicina en varias universidades de la costa y el interior del país.
Otros cuestionamientos que han tomado relevancia en la opinión pública, son los altos costos de las matrículas y la desconexión de las universidades con los cambios globales en materia de transición energética y manejo ambiental, comercio de commodities, finanzas y la transformación digital. En Barranquilla, por ejemplo, se podría montar el mejor Food Hub de sur y centro América, para proveer alimentos a los mercados de Estados Unidos, islas del Caribe y Europa. Claramente, para ello, urge crear un programa de ciencias relacionadas con los alimentos, desarrollo tecnológico, logística y fabricación de productos alimenticios de alta competitividad, en alianza con compañías globales de biotecnologías. El pasado 22 de enero le envié una nota al rector de la Universidad del Norte, Adolfo Meisel, sugiriéndole que estudiara esta idea, pues así fue como la Universidad de Wageningen, en Holanda, contribuyó a convertir a ese país, en el segundo exportador de alimentos del mundo. Nunca tuve respuesta, creo que ellos prefieren seguir en la zona de confort.
Esta semana, me puse a revisar la oferta de programas de pregrados de varias universidades del país, y encontré las mismas 22 carreras que se vienen ofreciendo desde la década de los 70. Parecen unas fábricas de abogados, arquitectos, ingenieros, psicólogos y administradores de empresas. Están graduando futuros empleados y no futuros empresarios. Un abogado o administrador de empresas recién graduado, gana en promedio $1.800.000 mensual. Con ese pensamiento no se construye país.
El tercer tema que tiene molestas a las familias colombianas, es la duración de una carrera (5 años) y los altos costos de las matrículas anuales ($ 28 millones en promedio) sin contar los gastos de manutención ($ 24 millones). Con razón, la tasa de cobertura de educación superior solo llega al 55%. En Colombia, estamos en mora de instituir un sistema de ayudas financieras como la Aplicación Gratuita de Ayuda Federal para Estudiantes (FAFSA, por sus siglas en inglés) en los Estados Unidos. Los estudiantes residentes en el mismo Estado de la Universidad, obtienen una subvención entre el 70% y 100% del valor de la matrícula, si los ingresos de sus padres no alcanzan para cubrirla y si el estudiante mantiene un buen promedio de notas.
Cuando las cosas no están saliendo bien, hay que ser creativos y cambiar de estrategia. La repetición del pasado solo conduce al fracaso.