Edicion enero 17, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Una carta a los jóvenes de La Guajira

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Una carta a los jóvenes de La Guajira

Columnista – Dalton Price

Gracias al privilegio con que nací hace 24 años, tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes, gobiernos, oenegés, la ONU, universidades, y varios otros entes en Asia, África, el Medio Oriente, Europa, Norteamérica, y ahora en Latinoamérica. Hace dos años, por casualidad, me salió una oportunidad de mudarme a Riohacha, La Guajira y experimentar la calidez guajira y el encanto que carga este departamento tan especial. Sigo endeudado con todos los riohacheros y los guajiros de otras partes por cómo me acogieron, como si fuera otro paisano.

Sin embargo, con todo lo bonito que vino de empaparme en la cultura y compartir con los del departamento, inevitablemente me iba enterando de la realidad cotidiana bastante difícil y triste aquí: la violencia estatal, la falta de oportunidades económicas, la discriminación y destrucción de la cultura wayuu que sigue en curso, la llegada masiva de venezolanos vulnerables y colombianos retornados, los altos niveles de desnutrición infantil, la priorización de capital en empresas como Cerrejón sobre las vidas de los mismos guajiros, la corrupción espeluznante, y, por fin, el temor constante de hablar de estos temas en espacios públicos (y en un artículo así). Como ya saben todos los oriundos, la realidad vivida en La Guajira es inaceptable y hay que impulsar un cambio. Aunque es mucho más fácil decirlo que hacerlo, los que viven aquí son luchadores y entre los más trabajadores que he conocido en mi vida. Tengo mucha confianza en sus capacidades, incluso dadas las circunstancias, y por eso escribo este artículo.

La Guajira, por supuesto, no es el único lugar con problemas. A nivel mundial, el modelo económico neoliberal—la última iteración del capitalismo liderada por figuras como Ronald Reagan y Margaret Thatcher—que fue instaurado en los años 70, ha sido un fracaso rotundo. La gran parte de la población mundial siente que no hay una voz política que nos represente, y por eso vemos la caída de partidos políticos tradicionales por todas partes del mundo. Un ejemplo de esta tendencia fue la elección presidencial de 2022 en Colombia entre dos candidatos, Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, los cuales reflejan un cambio significativo en la trayectoria política de Colombia. El pueblo ya se hartó de la misma politiquería que aún no ha traído una mejora en la calidad de vida del colombiano promedio, y mucho menos para los más pobres y vulnerables.

Me refiero a tales problemas mundiales para resaltar el hecho de que no somos solos en esta lucha: nuestros problemas en La Guajira sí son únicos, pero no significa que no debamos conectar y articular con los demás de otras partes del mundo que también andan en busca de una mejor calidad de vida y un cambio radical.

Entonces, lo que estamos viendo tanto en Colombia como en el mundo es un descontento con el statu quo. ¿Y lo peor? No hay una alternativa. Queremos un cambio, pero no sabemos cuál será ni cómo alcanzarlo. Como han dicho varios filósofos, “podemos concebir más fácilmente el fin del mundo que el fin del capitalismo.” No necesariamente quiero decir que el capitalismo sea el problema, ni que el socialismo o el comunismo sea la solución. Quiero que nos liberemos de semejantes palabras de moda que solo restringen nuestro pensamiento. Pero al mismo tiempo, podemos reconocer que el sistema capitalista forma la base del contemporáneo—un contemporáneo que cuenta con una crisis climática, una desigualdad mundial horrorosa, una corrupción generalizada y asesina, varios flujos masivos migratorios de personas huyendo violencia y crisis, y una modernidad que piensa más en la acumulación que en el ser humano, entre otras cosas detestables. No obstante, hablar de la imposibilidad de pensar más allá del capitalismo es destacar cómo nuestros sistemas y estructuras hacen que pensemos de una manera y no de otra. Se trata de la dificultad de repensar, de reconstruir, de recrear ya que nuestras mentes ya están restringidas. Nuestra creatividad en este mundo ha sido cortada. ¿Cómo mejoramos este mundo cuando ni tenemos el vocabulario conceptual para pensar en el próximo paso? Esto debe preocuparnos.

Los jóvenes de nuestro departamento son, desafortunadamente, entre los más marginales en esta arquitectura global tan exclusiva. Sin embargo, tal hecho también nos presenta una oportunidad: estos mismos jóvenes son a los que deberíamos escuchar en el mundo. Las experiencias del joven guajiro no solo entristecen sino también impulsan. Son poderosas. Hablo desde mi propia experiencia como un norteamericano que se encuentra en este departamento: el pueblo guajiro me ha enseñado cosas inimaginables, cosas que cambian mi forma de ver y atravesar este mundo. Eso dicho, el joven guajiro todavía no tiene un asiento en la mesa, es decir, que no se escuchan sus voces dada la larga historia de exclusión violenta, desamparo, y abandono que han vivido los guajiros, tanto los alijuna como los indígenas.

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El mundo debe escuchar las voces, los llantos, y sobre todo las ideas de los jóvenes en La Guajira. ¿Cómo exigen que los escuchen? ¿Cómo alzan sus voces cuando hay que pensar en su próximo plato de comida, en su trabajo, en su familia a la vez? No dije que es fácil, pero importante sí. Quiero que los jóvenes acá sepan el poder de sus voces, que sepan que sus voces pueden cambiar el mundo, y que sepan que no hay gente como ellos en estos espacios élites donde se toman decisiones de alta importancia. Los necesitamos, y lo sé porque formo parte de estos espacios tan exclusivos que casi nunca representan al pueblo.

Las voces de La Guajira pueden desafiar el statu quo, denunciar la violencia, enseñar a los demás, abrir mentes, e impulsar grandes cambios en este mundo tan fracturado. De eso sí estoy seguro.

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