12. “Lloraron, se lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, pues habían caído al filo de la espada”.
2 Samuel 1.
No está bien buscar algún beneficio personal a costa de la tragedia de otros. Al segundo día después de derrotar a los amalecitas, un joven amalecita del campamento de Saúl anuncia a David que el rey y su hijo Jonatán están muertos.
Ante la pregunta cómo sabe si ha muerto Saúl, él le responde que vio a Saúl apoyado sobre su lanza, gravemente herido, quien le rogaba que lo matara. Entonces, al ver que no podía vivir, lo mató. Como evidencia, presenta la corona y el brazalete del rey. Esperaba con este reporte, un premio de parte de David, ya que conocía su relación de enemistad con Saúl.
Con astucia, ha tratado de sacar algún provecho personal de la enemistad de otros, pero esto no trae buenos resultados.
David no reacciona como había previsto el joven amalecita. David siente tristeza ante la muerte de Saúl, y ayuna aquel día. No solo llora la muerte de Saúl y Jonatán, sino también por el pueblo de Dios, por aquellos que habían perdido su vida en la guerra. Como el siguiente líder de la nación, demuestra una madurez digna de imitar. Una virtud importante del líder es recordar con tristeza a los soldados anónimos que han dado su vida por su nación.
Basándose en el testimonio del amalecita, David lo culpa de haber matado al ungido de Dios y ordena su muerte con la declaración: ”tu sangre sea sobre tu cabeza” (2 S. 1:16). Lo único que halla este joven, que ha mentido para obtener más gloria y riquezas, es *”la muerte”.
La muerte de miles de israelitas y Saúl en la guerra contra los filisteos es el castigo de Dios contra los desobedientes. David llora la muerte de Saúl, de Jonatán y de miles de personas, y se lamenta de la derrota de Israel. Podemos ver el corazón de David, que teme a Dios, al juzgar al joven amalecita que asegura haber matado al ungido de Dios y sufre junto a sus compatriotas.
Así como David se rasgó la ropa y se lamentó ayunando, nosotros también debemos orar aferrandonos al dolor que se padece la familia, la iglesia y la nación.
Además, debemos restaurar el temor a Dios y obedecer Su Palabra.
Los fieles deben llorar juntos el dolor de la comunidad y conservar el temor a Dios.
Dios les bendiga.