Edicion septiembre 20, 2024

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“No soy lo que me paso, soy lo que elijo convertirme”

Carl Jung

Columnista – Luis Miguel Melo

Luego de una conversación no programada con un gran amigo, en lo que podríamos reconocer cómo parte de nuestro estilo de vida, ambos Guajiros, Caribes, de Riohacha, iniciamos una reflexión y empezamos a dialogar.

Nos cuestionamos las circunstancias de aquella tierra que amamos e iniciamos con una pregunta que desde hace un tiempo tenía en la cabeza, no le había dado la relevancia hasta que ese día se mencionó, “Si tuvieras que describir a Riohacha como ciudad, ¿Cómo la describirías?, mi hermano, ¿Cuál es nuestra identidad?” Esa pregunta resonó mucho en mí. Quede contemplando la profundidad de aquello que acababa de surgir.

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Primero pensé, ¿Cuáles podrían ser esos valores ancestrales bajo los cuales hemos construido nuestra sociedad?, en el caso específico de Riohacha, solidaridad, familiaridad, respeto por la palabra, pero también informalidad, bochinche, oportunismo entre otros.

Este acercamiento lo hice a partir de reconocer que hemos vivido de bonanzas que no comprendemos, y digo que no comprendemos porque estas hacen referencia a tiempos de prosperidad, sin eso significar bienestar. En general no quiero calificar, ni juzgar a quienes han hecho parte de estas oportunidades económicas, aunque si quisiera, nos conectará a nuestra vida presente y el impacto frente a la pérdida de valores ancestrales.

Las bonanzas, efímeras en su mayoría, crearon imaginarios donde el respeto del ser se logra a través del dinero como mecanismo, si se tiene dinero se puede tener poder y si se tiene poder se puede hacer lo sea.

En esta crisis de valores, la tiranía del yo confunde al individuo, crea un imaginario donde se vive una ficción de bienestar y se cree que para destacarnos dentro del colectivo debemos demostrar opulencia, que el símbolo del éxito es un vehículo, y ojala sea Toyota. En la confusión del ser desde los valores creemos que un carro nos representa, y no aquello que somos como personas.

Se olvidaron valores como la honestidad y el respeto por el otro, donde la oportunidad se logra a través del todo se vale, donde la riqueza se equipara al derroche, el que tenga más carros, el que muestre más dinero, el de las mejores fiestas y el que más mujeres pueda conquistar. Así se ha vivido periodos de tiempo, el mas recordado la bonanza marimbera, donde se arraigaron valores, como que vale más mostrar que ser, la expresión “Estamos en Riohacha” se validó como forma lingüística del colectivo para justificar que el yo individuo es más importante que el yo colectivo.

Cuando tuve la conversación, se me ocurrió que desde nuestra identidad y valores actuales seriamos una sociedad como en las que vivieron los piratas, un presente desaforado, consumiendo todo lo que se pueda porque la riqueza solo es cuestión de oportunidad, y pensando en cuál sería momento para entrar en batalla y saquear, una sociedad de hombres y mujeres rabiosos, impulsivos, calculadores, donde la envidia y el bochinche son las principales formas de relacionamiento. Sociedades empobrecidas a pesar de creerse enriquecidas, caóticas sin una visión de futuro.

En esta escala de valores, el sueño puede ser “tener plata”, sin embargo tener no implica ser abundante, ser abundante implica dar valor a lo que se tiene, un hogar, no una casa o un “Patio”, un amigo sincero no uno comprado como una moneda de cambio.

Desde lo que creo, somos mejores porque podemos convivir sin destruir, somos mejores porque creemos que podemos soñar con vivir en un mejor entorno, una ciudad limpia, una sociedad donde no solo yo soy importante, donde mi cultura es funcional a la sociedad, una sociedad donde todos participamos en el crecimiento y desarrollo de la ciudad, donde la responsabilidad es conjunta, donde los falsos liderazgos no sean el principal método de gestión social. Una sociedad se comprometa con su entorno y donde el todo vale, no sea el principal valor de nuestra vida.

Al final me quedo con la reflexión de lo que significa ser Guajiro, desde parte de la identidad cultural, en mi caso me he quedado con las historias del señorío que si existió, que no se trataba de una fantasía como macondo, donde los abuelos eran RESPETADOS señores que cuidaban a cabalidad ese elemento tan esencial para nuestra convivencia LA PALABRA. Donde palabras como, primo indican los grados de construcción familiar y solidaridad que se podían presentar. Donde SER GUAJIRO indicaba ser amigo, hospitalario pero sobre todo Respetuoso.

No se trata de santificar a nadie, en mi caso siempre me he excusado en el contexto y he actuado de manera tiránica muchas veces, por eso el análisis de mi conducta para recordar que si se puede emular lo positivo de nuestros ancestros.

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