Edicion octubre 7, 2024

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“Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros”.

Números 14:28.

Pastor ICBF Riohacha - Robinson Mejía Iguarán
Pastor ICBF Riohacha – Robinson Mejía Iguarán

Las palabras necias, pronunciadas precipitadamente pueden acarrear azotes y castigos. Israel es castigado por Dios debido a su incredulidad y disconformidad. Y según han hablado: ”Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos”(Números 14:2) así hará Dios con ellos. Así es que todos los que son mayores de veinte años, quedarán fuera de la Tierra Prometida, y morirán en el desierto, en el cual vagarán por cuarenta años.

Los labios del necio son lazos para su alma (Proverbios 18:7). Por otro lado, los cuarenta años en el desierto significarán un tiempo de castigo, pero al mismo tiempo, un tiempo de disciplina y preparación para la conquista de la tierra de Canaán para la siguiente generación. El desierto para nosotros es un lugar de entrenamiento a la obediencia y una oportunidad de crecimiento espiritual.

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La responsabilidad del líder es mucho más grande que la del resto del pueblo. Los espías debían informar de lo que habían visto en la Tierra Prometida, con el fin de sembrar esperanza y fe en el pueblo. Pero diez de ellos presentan un informe negativo, llevando al pueblo a la incredulidad y al temor. Por este motivo, perecerán por una plaga.

Habiendo tenido el privilegio de pisar la Tierra Prometida y de ver que ciertamente fluía leche y miel (Números 13:27), deberán afrontar las consecuencias de su incredulidad. Más Caleb y Josué sobrevivirán a la plaga, porque han crecido en la promesa de Dios. No importa cual sea la situación en que nos encontremos, el líder espiritual tiene el deber de llevar a la comunidad a un camino de fe y de esperanza.

El origen del descontento es la falta de fe. Los israelitas vivían quejándose engañados por las necesidades del cuerpo, porque no confiaban ni en Dios ni en Su promesa. Por eso, el castigo fue deambular en el desierto durante cuarenta años y morir ahí. De esta manera, el resto de ellos aprendió claramente cuál es el precio de no creer en Dios.

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Él nos recuerda que obrará acorde a lo que escucha. Es por eso que debemos ser cuidadosos con lo que le decimos y debemos transformar nuestras protestas en alabanzas de gratitud que alegren Su corazón. Así, viviremos Su milagro cuando confesemos nuestro agradecimiento y lo alabemos, obedeciendo y confiando en Él, aun cuando es imposible hacerlo.

Dios muestra misericordia y compasión incluso cuando disciplina al pueblo que protesta. Dios les guarde.

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