Se acerca el día para retornar a mi país, han pasado muchos meses de este año sabático (de entidades porque la causa siguió), académico y creativo con muchas aventuras y desafíos, viajé a 12 países y a muchos pueblos o ciudades de esos países; me divertí, me confronté, fui feliz, me enfermé, me sané, en fin; todo cuanto pueda pasar en un viaje por el mundo, lo viví, ahora cuando se acerca el regreso, no lo diré como Carlos Vives en su canción “regresar a mi pueblo por el camino viejo” porque he decidido que el camino que me espera es nuevo y lo transitaré sin miedo.
Soy una mujer que se ha reinventado entre el recorrido por sitios maravillosos, sus crisis de ansiedades, el goce de su soledad, la magia de viajar y también la angustia de enfermarse lejos de la familia, los amigos o por lo menos en su propio país; realicé una maestría empírica existencial y estoy con menos miedo, ego, soberbia e impaciencia.
Me sorprende como he aprendido de las pausas, de esperar con alegría en un aeropuerto, de comprender los cambios de planes, de deconstruir mi seudoperfección para gozarme más real, de soltar tusas amañadas que creía que había superado, de amarme y perdonarme más y de sentir profunda gratitud con mi familia, mi historia, con la memoria de mi abuela, mi padre o hermana.
Esta columna pretende decirles que sean libres, que se amen, que comprendan que la vida es un experimento no es una verdad absoluta con libretos inmodificables, que somos seres espirituales y estamos pasando una asignatura que nos ha convertido temporalmente en materia; pero no somos el carro, el cargo, el dinero que tengamos sino los momentos que acumulemos con calidad y amor propio, somos lo que vivimos, respiramos, deleitamos o padecemos según escojamos.
La vida es más que una circunstancia, no la define el desempleo, las deudas, la separación conyugal o cualquier problema, sino la perspectiva desde donde se asuma, si eliges el fracaso o el aprendizaje, si comprendes que todo pasa aunque creamos que nos morimos de dolor, eso es existir, tomar tu maleta de sueños, de valentía, de esperanzas e incluso de miedos y viajar hacia ti, hacia el mundo, agudizar los sentidos para vivir al máximo desde lo simple o lo inmenso pero sobre todo desde tu esencia, que tu seas real y estés para ti, que te tengas a tu misma o a ti mismo, que no te falles.
Nos han vendido romantizadamente la felicidad, el éxito o el amor y nos hemos resignado a cuentos inventados por los demás, por la industria, el mercado o cualquier sistema, nos distraemos y perdemos el tiempo; cuando bastaría con hacer lo que nos apasiona o atrevernos a cambiar planes, reír, bailar, viajar, escribir e incluso parar y no hacer nada sino vivir momentos para nosotras mismas, sería el camino para encontrarnos y no seguir huyendo de existir, engañados por mil cosas del hacer y no del Ser, las reuniones, las deudas, que si el político tal robó o no, que si fulanita se casó o parió, que si pepito es marica o drogadicto, que si Petro usa ferragamos o Francia se viste bonito, tantas cosas que nos distraen y nos alejan de vivir-nos, que solo puedo decir, que la oportunidad maravillosa que nos podemos regalar es regresar a nuestra esencia por el camino nuevo, la renovación o reinvención que solo haremos con determinación y no vendrá de afuera sino desde el ser.
A pocos días de volver a mi país y a contadas horas de ir a mi último destino de la ruta 2022 que es Portugal, quiero agradecer a cada persona y a cada situación con la que el universo me permitió coincidir en Emiratos Árabes, Dinamarca, Alemania, Suecia, Noruega, España, Francia, Italia y Suiza, gracias porque todo cuanto viví me permite decir: No soy la misma y no quiero ser la misma pero algo hermoso que tengo claro es que no he dejado de ser YO. Viajen, viaje mucho.