Edicion octubre 6, 2024

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“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren”.

Juan 4:23.

Pastor ICBF Riohacha – Robinson Mejía Iguarán

La verdadera adoración comienza con el conocimiento de quién es el que recibe la gloria. Al principio, la mujer samaritana considera a Jesús simplemente como un hombre judío que se encuentra en una posición opuesta a la suya. Lo compara con Jacob, pero al darse cuenta de que Él conoce perfectamente su situación, lo reconoce como un profeta. No es fácil confesar que Jesús es Dios y nuestro Salvador en poco tiempo.

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Debemos pasar por varios procesos, en los cuales se van solucionando dudas que nacen en nosotros antes de adorar al Señor en verdad. Lo importante del culto no es el lugar o la celebración, sino a quién estamos adorando y con qué actitud lo hacemos. Debemos creer y conocer personalmente a Jesucristo, reconocerle como el Mesías y el único camino a Dios, para adorar en espíritu y en verdad.

Pero todo esto es posible solamente con la intervención del Espíritu Santo y con el conocimiento de la Palabra.

La mujer samaritana debió haber conversado mucho más con Jesús de lo que está registrado en el pasaje. Luego de que han retornado los discípulos de comprar alimentos en la ciudad, ella sigue conversando con Jesús, sin importar la presencia de otros hombres judíos. Al fin, ella reconoce a Jesús como el Mesías, y comienza a anunciar esta verdad a la gente de su pueblo. Para esto, ella dejó su cántaro junto al pozo, ya que este podía saciar temporalmente su sed física.

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Ha ocurrido un cambio asombroso en la vida de la mujer, quien se había visto obligada a buscar agua en el horario más caluroso del día para evitar ser vista por otros. Lo más normal después del encuentro con el Mesías es experimentar un cambio tan radical como este. Porque todos los que tenemos un encuentro personal con Jesucristo, somos una nueva criatura.

Nuestra adoración está dirigida al Dios Padre que es espíritu. Lo primordial en la adoración no es el lugar, sino el ”momento” en que adoramos con el espíritu y la verdad, y es ”ahora”. Dios busca a quienes adoran de corazón. La mujer samaritana cree que Jesús, quien le enseñó sobre la verdadera adoración, es el Cristo y lo difunde.

Jesús nos enseña la vida del verdadero adorador que rinde culto con la verdad y la gloria Dios les guarde.

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