Edicion octubre 7, 2024

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Columnista - Marga Palacio Brugés
Columnista – Marga Palacio Brugés

El fin de año es la época en que acostumbramos a revisar nuestro accionar: hacemos un balance y celebramos todo lo que hemos avanzado y/o nos reprochamos por todo lo que se nos quedó en el tintero.

Nos flagelamos recordándonos que “el tiempo perdido, los ángeles lo lloran” y con un acto de contrición nos prometemos firmemente un mayor esfuerzo; dicho claro y raspao’ “dejar la flojera”.

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El año no solo se gana en el boletín; cada logro es crecimiento y si no queremos claudicar, es nuestro deber establecernos metas y esforzarnos a caminar tras ellas.

A veces uno no se percata de cuanto el mundo te observa y son los reconocimientos el espejo de lo que has construido y, como a nadie le cae mal un dulce, llegan a darle gasolina a tus alas, rompiendo techos y recordándonos que el cielo es el límite, que, si lo puedes soñar, lo puedes hacer.

Y allí está el mundo, observándote, y cuando le ofreces algo bonito, a él, al mundo, el día que menos te lo esperas, te llega tu sorpresa, lo cual te confirma que la vaina es por allí, que debes persistir sin rendirte, porque tarde que temprano la gota persistente rompe la roca.

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El camino no es fácil y es que nadie dijo que lo fuera, pero si logras apasionarte en el andar, listo el pollo, es como si ya hubieras llegado.

Las redes son un gran aliado para tu vanidad, allí se le grita al mundo entero cada hazaña: desde el grado de tu muchachito, hasta la décima del junior.

Ojo al dato, te doy este concejo así no más, de gratis: que te respeten, es necesario; que te admiren, es honroso; pero que te quieran, que te ganes el cariño de la gente con tu proceder… Ufffff eso no tiene precio.

Puedes llenarte de trofeos, pero lo mala clase nadie te lo quita, puedes no tener ni un reconocimiento en tu vida, pero si eres buena gente, ya eres un campeón mundial.

El sol no se tapa con un dedo y no se trata de ser perfectos o de no equivocarnos, la vaina no es por allí, es el deseo constante y persistente de hacer las cosas “bien” y el derrotero de ese “bien” son tus valores.

También hay un ingrediente mágico llamado carisma, que es como una mezcla de cheveridad con sabrosura a quien los gringos llaman “charms” y los criollazos llamamos “pega pega”.

Ese magnetismo no le pertenece a los egoístas y mucho menos a los cují. Quien tiene “pega pega” no se arruga a la hora de ayudar y tiende la mano sin tanto amague. Eso sí, jalándole al respetico, sin permitir que te pongan de monito y te conviertas en idiota útil de todo el que llega, con Villegas, porque la diferencia entre buena gente y pendejo es grande, así parezca sutil y los espueluos no la quieran reconocer.

El mejor trofeo es y será siempre el cariño de la gente, poder gritar a los 4 vientos, preferiblemente cuando se está en temple: “el que toda la gente me quiera, es un placer que me da la vida, que muchos desearían” y arrancarle una cálida sonrisa a quien te escucha cantarlo, así se te vaya el gallo.

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