13. Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
14. pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Mateo 7.

En la vida nos encontramos con dos caminos: uno espacioso que lleva a la perdición; y el otro, angosto que lleva a la vida. En este último nos acompaña Jesús. Nos negamos a nosotros mismos diariamente, y seguimos el ejemplo de Jesús en tomar la cruz del servicio y sacrificio. Jesús es la puerta de la salvación. Nadie puede alcanzar la salvación o la vida eterna si no es por Él.
Necesitamos tener discernimiento espiritual para andar por el camino de la vida hasta el final. Debemos cuidarnos de no ser engañados por las mentiras de los falsos profetas, que son como espinos y enredaderas. O de lo contrario, seremos cortados con ellos y echados al fuego. La clave para ser un buen árbol que da buenos frutos, es ser injertado en el árbol que es Jesús y andar por la puerta y el camino estrecho que llevan a la vida.
No está permitido entrar al reino de los cielos para los religiosos hipócritas, que no son hacedores de la Palabra. Aunque hayamos predicado la Palabra en el nombre del Señor hayamos sido canales de los más asombrosos milagros de Dios, y hayamos sido objetos de respeto y honra de muchos, si no somos reconocidos por el Señor, en vano habrían sido todas estas cosas. El poder que se manifiesta en lo exterior no son frutos.
Siempre debemos examinar nuestro ser, cuidando de no apartarnos de la voluntad del Señor; además de presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo, agradable a Dios. Ser hacedores de la Palabra que oímos es como edificar una casa sobre la roca. La construcción será más lenta y difícil, pero nos dará seguridad y vida eterna. Cuando Jesús enseñó el Sermón del Monte, muchos quedaron sorprendidos por la autoridad de su Palabra. Porque sus enseñanzas eran conforme a la voluntad del Dios Padre y Jesús era hacedor de ella.
El Señor nos explica cómo debe vivir el pueblo de Dios y señala los dos caminos. Ahora debemos decidir cuál elegiremos. Si seguimos el camino angosto que nos lleva a la vida, daremos frutos de fe.
A pesar de que hacer la voluntad de Dios es difícil y solitario, al final triunfaremos permaneciendo en Jesús que es nuestra roca firme. El camino que recorremos junto al Señor es angosto y muy pocos lo siguen, pero allí hay vida genuina. Dios les guarde.