Los aciertos y desaciertos de la propuesta de paz
del nuevo gobierno
La consecución de la paz en Colombia es el anhelo de todos y cada uno de los ciudadanos. No obstante, esta no es posible alcanzarla cuando se negocia con solo uno de los actores, tal y como sucedió con el gobierno del ex presidente Juan Manuel Santos Calderón y sus mesas de diálogos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC – EP).
Aunque no hay duda que fue un elocuente proceso que finalizó con el abandono de las armas del grupo armado, al día de hoy nos encontramos lejos de la obtención de un acuerdo estable y duradero, objeto principal de la negociación. El precedente anterior resulta positivo para la nueva iniciativa de convenio total de conversaciones, las cuales incluyen a todos los actores; grupos guerrilleros como Ejército de Liberación Nacional (ELN) o en su defecto grupos armados ilegales como el Clan del Golfo.
A pesar de que tenemos una naturaleza e ideologías diametralmente distintas, nos une un mismo objetivo común que es la búsqueda de la armonía integral. Sabemos que las conversaciones en este sentido inicialmente pueden resultar complejas, ya que solo la voluntad de las partes y la prevalencia del interés general será el facilitador para que el diálogo fluya de manera positiva y beneficie el desarrollo de la paz que tanto anhelan los colombianos.
El hecho de que a lo largo de más de cincuenta años de conflicto armado interno no reconocido por algunos gobiernos, pero si por la doctrina internacional y la Corte Constitucional en el 2011, demuestra que no es solo a punta de sangre y fuego como se logra la alianza en una conflagración bélica. Resulta evidente que en todo enfrentamiento o cualquiera que sea su denominación, la conversación es un factor fundamental para lograr el cese de hostilidades, al igual que su finalización. Motivos más que suficientes que nos permiten observar con muy buenos ojos esta propuesta de mesas de razonamiento del gobierno actual.
La paz es un derecho humano que incluye a todos colombianos, lo que hace necesario bajar los egos, los paradigmas, las creencias, orientaciones políticas y sentarse a negociar sin mezquindad y tener en cuenta que el interés como actor bélico no puede estar por encima de los derechos de todos los compatriotas. Es necesario realizar el mayor esfuerzo y sacrificio para no perder esta oportunidad tan valiosa.
La experiencia de esta guerra nos ha permitido el deshonroso título de un país violento con tasas de mortalidad elevadas como Somalia, Sierra Leona y República Democrática del Congo en el que por su precario contexto geográfico, la falta de recursos naturales y la voluntad de la policía, resulta común el extermino entre clanes por el control territorial.
Este sin embargo no es nuestro caso, puesto que la naturaleza nos dotó de un clima variado que nos permite obtener del campo los alimentos esenciales para la canasta familiar y el desarrollo de la nación, beneficios que solo se logran con la paz dado que con el combate este punto es el más afectado por el número significativo de muertos.
La guerra solo trae muertes, no solo objetivos militares sino también personas inocentes y bienes internacionalmente protegidos, que desafortunadamente quedan en medio de las hostilidades y muchas veces se resisten a salir de ese lugar que se define en su hábitat, lugar de trabajo o donde han permanecido toda su vida, viéndose obligados a abandonarlo todo en muchas ocasiones por el peligro al que se exponen, lo que los lleva a pasar necesidades en los perímetros urbanos donde la falta de políticas públicas de atención a víctimas de desplazamiento forzado, los colocas en estado de mendicidad.
Es aplaudible la iniciativa de este gobierno y se les solicita a los actores aunar esfuerzos para no desaprovechar esta oportunidad de discusión que nos ofrece el actual gobierno. Son entendibles las múltiples divergencias, no obstante no se puede perder de vista que el objetivo es el mismo para todos, motivo por el cual es importante la conversación de los términos propuestos por el gobierno y no se debe admitir una mesa de debate aislada por cada actor generador de violencia, puesto que resultaría dispendioso y prácticamente imposible de consumar una paz total.