“Respecto de las mujeres, cuando buscan trabajo, además de calificación se le pide presencia y no basta con que sean amables y generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y coquetas, pero no mucho.
Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se ha pasado un milímetro, se les critica por presuntuosas.
Se les elogia por ser madres y se les excluye por tener hijos. De la mujer se sospecha cuando es joven porque desestabiliza a la manada y se le rechaza cuando los años pasan porque ha perdido competitividad. Es excomulgada por fea y también cuando es bella.
En el primer caso se dice que es repulsiva, en el segundo provocador. Cuando no es lo uno ni lo otro la tildan de mediocre”
Camila Vallejo
Las mujeres que no se casan, ni tienen hijos, son llamadas – Quedadas – o dejadas por el tren, una asignación correspondiente a la mala costumbre de activar el “opinometro” desde imaginarios patriarcales que exigen determinados roles a las mujeres, entre ellas, la reproducción-maternidad, las mujeres tienen mandatos asignados por la cultura, como parir, casarse, aprender a cocinar para atender a su marido y muchos otros mandatos, que se anclan en la heteronormatividad, la abnegación y los estereotipos de género, que inevitablemente le quitan libertad y derechos.
Las quedadas para el común de la sociedad son aburridas, feas y amargadas porque nadie les hizo el favor de conquistarlas, aún les queda difícil entender que son decisiones de vida, que las mujeres tenemos la libertad de decidir si queremos o no, casarnos o parir, y eso no tiene que ver con un – macho – que le otorgue la “Jerarquía” de ser esposa y madre.
Se tienen tantos prejuicios sobre la edad femenina, los plazos para ser esposa, madre, empresaria, viajera o política, porque si es muy joven no tiene madurez y si es muy vieja ya que se recoja o que se haga mil cirugías para seguir siendo atractiva en el mercado machista que la convierte en una cosa erótica, que está para brindar cuidado y placer a lo masculino.
Me pregunto: ¿Quedadas de qué? ¿Cuál tren las dejó? Si estas mujeres viven al máximo su vida y a velocidades aceleradas, casi que, en cohetes libres y felices, como para pensar que están quedadas o dejadas, ya basta de tanta romantización de las formas femeninas de vivir y peor tanta normalización de opinometros machistas y sexistas que siempre están de sobra y poco o nada aportan a los proyectos de vida de las mujeres.
Las mujeres que decidimos no ser madres o no casarnos, no estamos quedadas quizás estamos liberándonos de mandatos opresores que llevaban a muchas a ser infelices y a soportar violencias, infidelidades o mentiras de una pareja solo para cumplir un código social, sacrificando su bienestar. El asunto se agudiza con las redes sociales, muchas mujeres sufren al interior de sus hogares, tienen mala relación con sus parejas o sus hijos e hijas, sin embargo, publican fotos que proyectan una “perfección” y el ejemplo de familia feliz, que tristemente no se alinea con la realidad.
Cada persona tiene la libertad de elegir, si tener hijos, ser esposa, ser ama de casa le hace feliz, bienvenido sea ese estilo de vida, pero si esto se hace solo por cumplir un mandato social el asunto se complejiza porque ni es feliz, ni puede reproducir formas de relacionamiento sanas para las personas que hacen parte de sus familias; lo importante es que las mujeres puedan liberarse del peso social y cultural, que les dice que hacer, como hacerlo, a que edad, como vestirse, como cumplir los estereotipos de feminización o como ser la mujer perfecta y no la real; es momento de que las mujeres entiendan que decidir diferente al formato clásico, no significa que sean quedadas o las más infortunadas, no se debería continuar replicando libretos de telenovelas, del amor seudoperfecto y romantizado, del olvido del amor propio por el de la pareja soñada, de complacer a todos como si eso fuera un boleto de seguridad del “amor”, como si se tuviera que mendigar la felicidad, el bienestar o la corresponsabilidad del amor.
Las mal llamadas quedadas, somos felices, viajamos, amamos, reímos, creemos, soñamos y respetamos a quienes han decidido diferente a nosotras, incluso somos buenas consejeras y grandes apoyos a quienes han sido madres y luego se dan cuenta que lo fueron para cumplir un mandato social y no porque tuvieran encendido el instinto de maternidad, somos buenas tías de nuestros sobrinos políticos y sociales, sabemos ser hermanas, rodear y apoyar, no juzgamos, no señalamos, no opinamos sobre la vida de otros u otras y nos hace muy feliz ver a nuestras amigas, hermanas, primas, sobrinas, felizmente casadas y enamoradas de su rol de madre.
A ninguna nos deja el tren, tomamos otras rutas, aviones, barcos, carros y hasta bicicletas porque siempre estamos en movimiento y a un ritmo empoderado, así que no estamos quedadas, estamos viviendo, dejemos las narrativas machistas que cortan las alas femeninas.