Edicion octubre 18, 2025
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La pregunta y su importancia didáctica en los aprendizajes

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La pregunta y su importancia didáctica en los aprendizajes

Columnista - Jairo Alfonso Jiménez Crespo
Columnista – Jairo Alfonso Jiménez Crespo

Dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje, en que se enmarca en los diferentes ambientes donde se median los saberes, se establecen a través de diferentes mecanismos que permiten el intercambio de ideas para cimentar un efectivo proceso comunicativo. En un ambiente de aula escolar, según Puig (2016 págs. 47 – 52) el alumno habla, escribe, escucha y lee para aprender los distintos contenidos escolares y, a su vez, aprende a hablar, a escuchar, a leer y a escribir. Tal es el caso del diálogo, un intercambio oral formal que no solo debe ser objeto de estudio en el ámbito escolar, sino además un recurso didáctico, una herramienta, para promover la reflexión y el aprendizaje. En ese proceso comunicativo, se presentan los elementos esenciales para que se produzcan los entendimientos entre los que producen los mensajes y quienes lo reciben y lo retroalimentan para generar un genuino intercambio de ideas. En ese orden de ideas se van creando unos imaginarios, que sirven de soportes para la asimilación e interpretación y mejoramiento del contexto a través de la acción de la puesta en práctica los saberes asimilados y construidos.

En esos diálogos o procesos comunicativos, que se dan en los ambientes de enseñanza y aprendizaje, cuyo contenido encierran finalidades didácticas que conduzcan a la exploración, consecución, acomodación y utilización de saberes para resolver problemas del contexto está el epicentro del diálogo pedagógico que se debe generar en los ambientes de aula. En este orden de ideas, la práctica de enseñanza tiene como fin principal la exploración de canales que posibiliten el despertar de la curiosidad del aprehendiente, y consiste en saberlo llevar táctica y didácticamente a través de la pregunta como estrategia esencial para despertar en los estudiantes sus propios intereses y relacionarlos con su contexto. Tal como lo señala Puig (2016, págs. 47-52) , ya en la Grecia Antigua, el método socrático y los diálogos de Platón giraron alrededor de preguntas cuestionadoras que ponían en marcha los procesos de razonamiento. Platón creía que el diálogo era el camino racional hacia el conocimiento y la forma más elevada de enseñanza. Para él, esas dos tesis eran inseparables porque sostenía que se enseña guiando al otro por los pasos que permiten deducir las verdades y que estas se descubren tras someterse a un intercambio dialéctico entre hipótesis provisionales y cuestionamientos escépticos. Es esencial ese diálogo exploratorio en la búsqueda constante de despertar la curiosidad a través de la pregunta bien formulada, ¿por qué? ¿Y si es lo contrario? ¿Cómo lo cambiarías? Siempre es tratar de llevarlo contra las cuerdas para vaya en busca de respuestas más complejas.

En las dinámicas de aula el maestro debe ser recursivo al momento de iniciar el proceso de mediación de saberes, ya que ese es el momento propicio para despertar el interés por el asunto a tratar. Y es a través de la pregunta cómo se debe motivar o enganchar al estudiante al proceso de aprendizaje, en esta parte entra en juego ese conjunto de habilidades que debe tener el docente para despertar la curiosidad de ese aprendiz que tiene en el aula, que también debe constituirse en sujeto activo de su aprendizaje. Al respecto Zuleta (2005) plantea que: muy a nuestro pesar, tenemos que aceptar que se tiene una aula que no pregunta. Que no cuestiona… mucho menos refuta y controvierte el conocimiento. De este modo ya sabemos que el conocimiento no trasciende ni se enriquece. Pero los docentes frente a este problema pocas veces hemos indagado cuáles son las causas por las que los niños y adolescentes no formulan preguntas ni cuestionan el conocimiento. Es posible que la solución del problema esté en nuestras manos, en los procedimientos de enseñanza, o en que estemos lejos de los centros de interés y de las preocupaciones actuales de los educandos, o que simplemente por falta de motivación, nuestras clases resultan muy pesadas y aburridas. Esto implica, que el maestro debe realizar una caracterización a profundidad al grupo de estudiantes para determinar el mínimo detalle en cuanto a intereses, ritmos y estilos de aprendizajes. Todo lo anterior, es con el fin que el maestro utilice las herramientas didácticas para movilizar los aprendizajes y, tener claro los caminos a seguir con las preguntas adecuadas que capten la atención para emprender las rutas de la reflexión constante en el aula.

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Para Freyre y Faundez citado por Sánchez (2010)  Hay preguntas que son mediadoras, hay preguntas sobre preguntas sobre preguntas, las cuales se deben responder. Lo importante es que esta pregunta sobre pregunta, o estas preguntas sobre preguntas, y sobre respuestas, esta cadena de preguntas y respuestas, en fin, estén vinculadas a la realidad, o sea, que no se rompa la cadena. Porque estamos acostumbrados al hecho de que esa cadena de preguntas y respuestas es en el fondo el conocimiento, si no se rompe, si no se interrumpe, no alcanza la realidad (p. 92). Esto quiere decir, que la pregunta debe ser disparadora y movilizadora del proceso de enseñanza aprendizaje y, se constituye en una herramienta pedagógica activa para movilizar las mediaciones con el saber, el ser y saber hacer en la ayuda del desarrollo de las capacidades del estudiante. Por todo esto, ¿por qué tu próximo encuentro en el aula no lo hacer con una pregunta? ¿Con cuál pregunta? ¿Para qué preguntas? ¿Y si las respuestas no te gustan?  ¿Pensarías otro tipo de pregunta?

Nos seguimos leyendo.

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