LA PERSONA QUE ES EDIFICADA POR DIOS
5. Pero el profeta Gad dijo a David: “No te quedes en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá”. Entonces partió David y entró en el bosque de Haret.
1 Samuel 22:5.
Dios envía hombres a David. Hallándose refugiado en la cueva de Adulam, muchas personas se reúnen con él. Entre ellos, están sus hermanos y los habitantes de su casa, quienes han tenido que huir por las amenazas de Saúl.
David envía a sus padres a Moab, la tierra de Rut, su bisabuela. Además, acuden a él personas que han perdido la esperanza bajo el reinado de Saúl y sufren de pobreza, con el deseo de levantar un nuevo reino bajo el mando de David. Unos 400 hombres vienen a conformar el ejército de David. Después de esto, viene el profeta Gad para transmitir la voluntad de Dios de ir a la tierra de Judá (v. 5). Dios manda a David a morar entre los de Judá, los oponentes de Saúl. Será un camino con dificultades, pero David obedece.
Mientras que David organiza a su gente, Saúl expresa inconformidad frente a sus criados. Es grande el disgusto que causa la noticia del retorno de David con muchos hombres. Saúl reprende a los benjamitas, hombres de su tribu, diciendo: ”disfrutan de las misericordias que yo les concedo, pero ninguno de ustedes me ha alertado de la rebelión de David, quien ha establecido un pacto con Jonatán”; y considera incluso a su hijo Jonatán como un traidor.
En ese momento, Doeg el edomita le cuenta cómo David acudió a Ahimelec, en la tierra de Nob. El informe arbitrario de Doeg genera un gran malentendido, y se convierte en un motivo principal para que Saúl, que desconfía de todos, incluso de su propio hijo, cometa una gran atrocidad.
A pesar de haber sido nombrado rey, David vivía huyendo por la persecución que sufrían por parte de Saúl. Si bien David quería mantenerse lejos de Saúl, Dios lo envía a Judá que pertenecía al dominio de Saúl y sufre un largo tiempo huyendo, pero no en vano porque todo esto fue parte del entrenamiento de Dios para convertirlo en un rey digno de Su voluntad.
Así, sus seguidores se convierten más adelante en los pilares de su reino y este ”entrenamiento de la obediencia” por el que pasó durante su momento de aflicción lo transforma en un hombre de gran fe. Nada es en vano en el camino que transitamos junto a Dios. El buen Dios protege, edifica y guía a los hijos que eligió. Dios les guarde.