Estamos viviendo tiempos duros, sin duda alguna, ver noticias de muertes violentas o de muertes por cáncer o enfermedades cardíacas en gente en edad promedio joven y con ganas de seguir viviendo, son lecciones existenciales colectivas de mucho poder, inevitablemente la muerte nos enseña, nos confronta, nos conmueve, nos revuelca entre emociones, muchas veces por ego o por absurda necedad olvidamos que no somos propietarias ni del tiempo, ni de la vida, que no tenemos control sobre ellas; es entonces cuando un suceso como la muerte de seres cercanos, de gente con los sueños encendidos y con esas ganas de vivir a toda máquina, nos da lecciones muy sentidas, como el caso de Ana Milena Barros Daza, empresaria guajira que falleció el 11 de junio por causa de un cáncer que sacó la valentía que ni ella misma sospechaba que tenía.
Situaciones como estas me llevan a recordar esas épocas de infancia, en el colegio, en una guajira resiliente post bonanza marimbera, cuando nos sostenía las ganas de ser adultas exitosas y nos queríamos comer el mundo de manera genuina y orgánica pues no teníamos la internet, ni el poder de lo digital invadiendo nuestro cerebro y hasta contaminándolo, pero si la gallardía de los cardones guajiros que entre más adversidades más reverdecen.
No es necesario que hablemos diariamente con las personas, hay conexiones que no se quebrantan fácilmente ni con el paso del tiempo, esa época de colegio, de esa primaria fantasiosa, que nos hacia crecer en fe y fuerza femenina, no solo me conecta con Ana Milena sino con muchas niñas que hoy son grandes mujeres empresarias, políticas, académicas, artistas, mujeres que no se le arrugan a nada, que van por todo.
La muerte de Ana Milena, la empresaria que hace 18 años creó la empresa AMBAR una marca de publicidad que ha marcado un antes y un después en la historia de la publicidad en la Guajira y el Caribe, me lleva a pensar que la muerte es una enseñanza colectiva, solo leer los relatos de las personas que publican su dolor, sus experiencias con ella, me hace concluir que debemos entender de una vez por todas que la mayor riqueza no es la material y la que el capitalismo nos vende, sino tener tiempo, amor, calidad de vida, momentos acumulados, salud integral, hermandades, eso es la vida y generalmente nos equivocamos acumulando bienes y cansancio y no felicidad y salud.
Como dice la canción, que la reseca muerte no nos encuentre vacías y sin haber hecho lo suficiente y lo suficiente no es exclusivamente acumular diplomas, dinero, status, sino viajes en familia, con amigos, alegrías, salud mental, emocional, amor, libertad eso es la vida.
Ana se fue habiendo hecho muchas cosas, fue una luchadora, logró consolidar un hogar con 3 bellos hijos al lado de su esposo y socio de vida Javier Durán, un guajiro noble y generoso, al cual conozco desde esa juventud guajira que nos hacía un solo mundo a todos y todas, quienes hacemos parte de la generación ochentera.
La vida es eso, un efímero momento de aprendizajes y desaprendizajes es importante dejar de anclarnos, en guerras, violencias, problemas, para comenzar a dinamizar la felicidad a vivirla desde sus múltiples formas, sin limitarnos, sin reprimirnos.
Ana tu partida se convierte en una de las enseñanzas colectivas que no pasan inadvertidas, que nos invitan a mirarnos más, a querernos más, a descansar, a vivir, a hacer consciencia que no somos dueños del tiempo y que el presente es lo único que nos pertenece, el instante presente y ya.
Gracias por enseñarnos desde tu enfermedad, tu partida, tu ahínco por hacer empresa, tu rol de madre, esposa y mujer de avanzada, que somos seres perfectibles, reales y vulnerables.
Que la muerte SIEMPRE nos acerque más a la vida.