“Bendito diciembre, lleno de guayabos lleno de recuerdos, cuantas caras tienes si eres solidario con cada momento…mis vecinos de infancia al tiempo fueron mis enemigos, ya no van a mi casa unos murieron otros se han ido” Rafael Manjarrez Bendito diciembre.
Estamos en la plenitud de la navidad y la alegría es evidentemente contagiosa durante esta época de reencuentros, nostalgia y recordaciones, temporada del año que nos recuerda los mejores tiempos que fueron indudablemente aquellos cuando estábamos niños y nada nos preocupaba, poco material teníamos pero éramos felices y los días eran más largos, entretenidos, y los pueblos pacíficos tranquilos y acogedores, eso ya es quimera porque el diablo parece que estuviera tomando el control de nuestros pueblos, algunas veces disfrazado de falsos profetas, otras veces los hijos que se hacen temer de sus padres. .
La rueda del tiempo parece haberse acelerado pero no dejan sus días de ser diferentes a los demás del año, la alegría parece colectiva aunque no se siente como antes la percepción de felicidad en la gente porque ahora se presentan situaciones impensables en otros tiempos que alteran la paz y la tranquilidad que se necesitan para el disfrute como corresponde del espíritu navideño y recibir con gozo la próxima llegada del mesías que vino al mundo para salvarnos a todos, el hijo de María y José, celebración sublime, sentida y durante la cual echamos de menos a nuestra gente que ya no nos acompañan.
Imposible borrar de mi mente que en diciembre regresaban a mi pueblo los jóvenes que estudiaban fuera y en el salón de mi casa se encontraban todos, eran este y el famoso “Palito de Palle” sitios predilectos para la tertulia, las reuniones y las conversaciones sobre todo lo sucedido durante su ausencia, desde allí piropeaban las muchachas que pasaban, se planeaban bailes de bienvenida y se compartían anécdotas sobre las cosas que pasaban en las fiestas de la noche anterior, así era porque cualquier cosa servía de motivo para organizar “una verbena” en salones abiertos donde no existían “Taquillas” sino que las organizadoras le caían a los bailadores uno por uno y delante de la pareja con libreta en mano para que pagaran, desde luego el que estaba limpio como el pájaro de Tilin debía abandonar la pista apenado pero respetuoso de la organizadora del baile, porque en Monguí se respetaban los usos y costumbres..
Era la temporada decembrina época de bonanza para los dueños de picó en el pueblo, Mitilia Rosado y Joaquín Muñiz, los motores con los cuales funcionaban las Radiolas permanecían clientes porque cuando no eran bailes en la noche eran larguísimas parrandas durante el día y como no había servicio de energía ellos ponían las condiciones, todos recordamos que “la vieja Miti” no confiaba en reloj por eso la hora de música la contaba con granos de maíz, cada disco era un grano y cuando se descuidaba los parranderos mandaban a los muchachos que devolvieran unos granitos para alargar la hora
Ya no es igual, los estudiantes se van y regresan y no tiene su retorno la misma trascendencia, ahora todo está cerca y las avances tecnológicos todo lo facilitan, hasta los grados se han desimpactado, en el pasado estos, los de primaria inclusive eran objeto de ruidosas y entusiastas celebraciones a las cuales podía asistir toda la gente del pueblo porque no habían divisiones entre gente de alta y de la baja éramos entonces igualitos ante los ojos de Dios, ahora hay diferencias ante los ojos del hombre, no se necesitaba invitación, las alegrías no solo pertenecían a su dueño así como se compartía el dolor sino también a sus semejantes por eso todo el que se enteraba del festejo allá iba a dar, sin lluvias de sobres, pero si con el caudal de alegría que se requiere para pasarla sabroso en el baile donde se podía pedir barato, si la comida gustaba se repetía sin que nadie criticara, y lo mejor era que no había que uniformarse con nadie, cada quien se vestía con lo que quisiera o pudiera, para eso la gente viajaba el día antes a buscar “La pinta” a Riohacha o Maicao.
Es preciso recordar porque de mi mente nunca se borrará que el sol y la luna que yo veía en mi pueblo en el último mes del año mostraban con todo enchollamiento lo más esplendoroso que tenían, el astro rey salía brillante, caliente y contento desde las primeras horas de la mañana sobre “Los tanques de Grimanesa” , y el satélite natural, la bellísima luna siempre misteriosa, salía con su carita redonda de yo no fui con toda su alegría cada noche para iluminar los caminos y nuestra mollera mientras corríamos jugando por las polvorientas calles entre casas de palma con el penetrante olor de la boñiga y la cal que usaban nuestros viejos transparentes como el agua para su reparación y blanqueamiento para recibir el mes de la nostálgica alegría, mientras esos dos imperturbable tutelares hacían de las suyas desde el cielo la brisa loca y fresca hacía de las suyas levantando la falda de las mujeres y haciendo volar las tapas de las olletas, todo era entonces gracioso, mientras el olor a pólvora y de Old Parr, Chirinche (Jopo e tigre) humectaban las parrandas, bailes y los salones que existían a donde la gente llegaba para divertirse, conversar, compartir y hacer lugarizacion y cofradía.
En mi pueblo los muchachos no nos quemábamos con pólvora como sucede ahora, solo se pasaban sustos cuando al rasgar el Triqui Traqui, se nos quedaba encendido en la punta de los dedos, estos ardían y quedaban amarillos prueba reina de la impericia en el manejo del tema, pero huella indeleble de una época feliz, cuando en la casa estábamos completos, y nuestros padres y abuelos cuidaban de todos y de todo. ¡¡¡Que tristeza ya se silenciaron, ya se fueron, ya no están y nos hacen una falta enorme, sin ellos la Navidad no huele igual, no es fácil esperar cada uno de los días cumbre de la fiesta de la Natividad y Año Nuevo sabiendo que esta vez algunos de nuestros hermanos y nuestros primos y primas no podrán recibir nuestro abrazo de bienvenida porque ahora celebran la Noche Buena con la mismísima Virgen en el cielo…Siento mi corazón embriagado de nostalgia!!!