Edicion octubre 6, 2024

El placer de equivocarse

Columnista - Nelson R. Amaya

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El placer de equivocarse

Columnista – Nelson R. Amaya

El famoso físico Richard Feynman nos decía que no debemos engañarnos a nosotros mismos, dado que es a quien nos queda más fácil hacerlo. Esa actitud ególatra de rechazar la información que nos contradiga nuestras ideas preconcebidas es una tendencia natural que hay que combatir a diario. Somos unos dictadorzuelos del repudio a lo nuevo que rete nuestras posiciones y creencias.

Al propio tiempo, la mejor manera de aprender a desapegarse de esa matrícula con las viejas ideas, de vacunarse contra la resistencia a la contradicción, es poder disfrutar del hecho de equivocarse. Un mea culpa público me asiste hoy con los resultados electorales del domingo. Y me lo gozo.

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La realidad arrastró por el piso sin clemencia mi teoría de que los aspirantes en coaliciones que tuvieran partidos políticos en su respaldo, Barguil, Char y Gaviria, éste último con sus aliados sobrevinientes que le granjearon el rechazo, casi el odio, de sus compañeros de grupo, eran los llamados a liderar las votaciones para aparecer ungidos la noche del domingo. Nada más distante de los hechos. Aún continúo explorando las causas.

Algunos han alegado que el poco conocimiento que la gente tenía de los tres frente a las trayectorias de veteranos aspirantes como Fajardo los colocaba lejos del partidor. Sin embargo, Francia Márquez, la revelación electoral de la fecha, era igual o más desconocida que los derrotados mencionados. Y Fico Gutiérrez quien arrasó en el equipo Colombia y pasa a ser el abanderado que enfrentará a la izquierda, padecía del mismo mal. Sigue sin ser ésta una explicación.

La más sorprendente, la de Barguil: Su partido conservador aumentó votación total y número de curules pero no logró convencer a sus electores que el joven aspirante era una buena opción presidencial. De las entrañas del grupo parlamentario, había recibido el beneplácito de ellos en su aspiración. Los imaginábamos “sudando” la camiseta por su colega. Pero su derrota fue estruendosa; un lánguido veintiocho por ciento -28%- de los dos millones doscientos mil votos del partido, y se alzó apenas con algo más de la tercera parte de apoyos que su antecesora, Marta Lucía Ramírez. La actual vicepresidente logró el respaldo para consulta hace cuatro años de cerca de millón y medio de personas, a pesar de haber sido candidata a contrapelo de los afectos del congreso conservador. Vivir para ver.

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El caso Char acusa otras causas adicionales: Su renuencia a participar en debates sonó a menosprecio por la opinión pública y las publicaciones que lo vinculaban a compra de votos lo golpearon en su imagen, como si esta no fuera una práctica extendida en todo el país. Ni siquiera el apoyo de la senadora Cabal, la segunda en votación del Centro Democrático, le logró despegar del pelotón de su equipo.

Eso sí, donde tenían reconocimiento, en sus propias regiones, lograron importante respaldo: Char obtiene 50% de sus votos en el Atlántico, que reconoce su gestión. Ídem Fico con 40% en Antioquia y Barguil con 28% en Córdoba.

Alejandro Gaviria pasó de cuarto entre cinco de su coalición esperanza: sus discursos con agilidad mental de catedrático científico no lograron conectarlo con la opinión y sus intentos de popularizarse a base de estrategias muy poco vendibles y algo ridículas tampoco funcionaron.

Si hubiera visto estos aspectos en ellos muy probablemente hubiera previsto un resultado sin mis errores garrafales. Ya pa qué, dijo la lora. Pero prefiero arriesgarme al error que no intentar un pronóstico por temor a equivocarme. No me gusta el papel de “Monday morning quarterback”, como dicen los estadinenses a aquellos que después del partido quieren presumir de saber lo que debió haberse hecho. La osadía de aventurarse a expresar la anticipación de un suceso es otra parte del placer. Sibaritas somos.

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