Edicion octubre 7, 2024

El fiel que no juzga por la apariencia

El fiel que no juzga por la apariencia

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“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas”.
Santiago 2:1.

Pastor ICBF Riohacha - Robinson Mejía Iguarán
Pastor ICBF Riohacha – Robinson Mejía Iguarán

Todo aquel que cree en Jesucristo, recibe el reino de Dios como heredad. Podemos sufrir de escasez económica, pero al mismo tiempo ser ricos en la fe.

En los días de Santiago, solían ofrecer la mejor ubicación del templo a los hombres ricos que vestían espléndidamente, pero menospreciaban a los que andaban con ropa andrajosa. Así como el Señor no hace acepción de personas por su apariencia, nosotros tampoco debemos juzgar a los demás por su posición social o económica. No está bien que el rico oprima al pobre, porque esto va en contra de los atributos del Señor. La acepción de personas dentro de una iglesia atenta contra los principios del evangelio. Si fuimos redimidos por la gracia indiscriminada de Dios (Ro. 3:22), debemos amar al prójimo de manera incondicional.

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No solo la cruz de Jesucristo manifiesta justicia divina contra el pecado del hombre, sino también la misericordia y el amor de Dios sobre el pecador. Aunque hayamos cumplido todos los estatutos de la Ley, el incumplimiento de uno de ellos nos acusa de ser transgresores.

Por tanto, hacer acepción de personas significa incumplir la ley que estipula: ”Amarás a tu prójimo como a ti mismo (como a tu vida)” (Lv. 19:18). Este es el más grande mandamiento; no hay mayor pecado que la transgresión a esta ley. La misericordia es sinónimo de amor. El que no es misericordioso, recibirá un juicio sin misericordia(v. 13) en los postreros días. La misericordia es una virtud que está presente en todos los ciudadanos celestiales e integrantes de la comunidad de fe, llamada iglesia.

A Dios no le complace que juzguemos o que marginemos a las personas por su apariencia, poder adquisitivo, etc. Por eso, Santiago recomienda que esto no suceda en la iglesia, ya que la discriminación va en contra de las enseñanzas de lSeñor y desafía directamente la obra del Espíritu Santo que une a la iglesia.

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Asimismo, como Dios no elige a las personas según su apariencia, cuando nosotros lo hacemos, estamos obstruyenao Su obra. Si reconocemos que el Señor ya aceptó al fiel que forma parte de la comunidad, acabaremos con la discriminación y el prejuicio. Así, el deber del fiel es mostrar misericordia y amor a todos.

Cuando tenemos el punto de vista de Dios, vemos a la persona como es, no la apariencia exterior. Dios les guarde.

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