Edicion octubre 18, 2024
Columnista - Fabrina Acosta Contreras

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Columnista – Fabrina Acosta Contreras

Toda cultura tiene sus (malas) costumbres y una de ellas es hablar de la vida ajena sin poner límites en el respeto por la dignidad de los demás, como dice la canción de Carlos Vives (Malas Lenguas)

“De esas costumbres que hay en mi tierra
pensaba yo de las malas lenguas
las que se esconden en la maleza
y se van metiendo en la vida ajena
no se preguntan no saben nada
de lo que pasa en tu corazón
Y son los dueños de la palabra
y dicen tener siempre la razón”

Los pasquines se remontan a muchos años de historia, pero no pueden ser aceptados porque no se trata de un chiste, un juego o algo a lo que no se le debe prestar atención, es un asunto muy delicado. Algunos hacen referencia a temas políticos o generales, pero hay un estilo de pasquines dedicado a las mujeres y redactados desde la violencia machista, que considera que la integridad, intimidad y los derechos de ellas no valen y que pueden atentar contra su estabilidad, hablan de su sexualidad, su honestidad, las tildan de putas, promiscuas y toda “suciedad” considerada desde la falsa moral, que solo busca dañarlas.

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De esto hay que hablar, no podemos ser indiferentes porque no seamos mencionadas en tales documentos perversos y para nada éticos, esconderse detrás de un papel y en la actualidad llevando eso a gran escala de difusión por medio de las cadenas en redes sociales y en el wassap, es un problema de grandes proporciones que debe ser erradicado y para nada normalizado bajo la consigna de que son “costumbres de nuestra tierra”, no puede volverse paisaje que se dañe a las personas, el chisme violentador y en especial las violencias contra las mujeres, porque lo femenino parece ser la trinchera de los impulsos patriarcales de la humanidad.

En la Guajira y en nuestro caribe inmenso vivimos al máximo las pasiones, el poder de la palabra, la entrega, las emociones en general, pero estas deben ser un fuego “abrasador” y no un incendio que quema todo lo que encuentra por delante, es fundamental equilibrar nuestros impulsos, hacer consciencias de ellos, gestionarlos de manera sana y hacer catarsis por medio del arte, el deporte o cualquier herramienta sanadora que no nos dañe, ni dañe a terceros. Hay que activar la RESPONSABILIDAD AFECTIVA y saber que cada acto afecta a un contexto.

Las últimas semanas han sido empañadas por la aparición de pasquines que atentan contra muchas personas y de manera muy dañina contra las mujeres y su intimidad, es hora de que se entienda que las libertades, la vida privada y los cuerpos de las mujeres no son propiedad de nadie, hay que respetarlas  y renunciar a la fatal violencia machista de una vez por todas.

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El carnaval de pasquines ha sido y será un perverso desfile de impulsos tanáticos, que jamás entregará alegrías, bienestar o aporte social, sino que incrementará conflictos que van de lo micro a lo macro y que nos afecta a todos y todas.

Al final de cuentas, nadie es lo que los demás piensan o dicen de él o ella, sino lo que construye con esfuerzo en su proyecto de vida; que los pasquines desaparezcan y la mala costumbre de considerarse dueños de la vida de los demás, es momento de evolucionar desde el ser hacia el hacer.

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