Edicion octubre 5, 2024
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Columnista - Marga Palacio Brugés
Columnista – Marga Palacio Brugés

Bueno, se acabó el año escolar, así que ya lo que fue, fue.

Quien no se puso las pilas, tendrá su rojo en el boletín y ojalá aún pueda remediar con una habilitación, porque si se perdió el año, probablemente el sermón será durante todas las vacaciones, con chancletera y castigo.

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Aunque quién sabe, porque como ahora se traumatizan con todo, capaz y ya no hay regaño, sino palabras comprensivas de apoyo, para decirle al desaplicado, que no importa, que al menos ganó Educación Física, así que el gran atleta el próximo año lo volverá a intentar, sin pena y ni gloria: ambúa.

¿En qué momento nos cambiaron las reglas de juego? ¿En qué momento se perdió el derecho de regañar y reprender?

Y no voy a discutir con psicólogos, ni más faltaba, pero si no se puede castigar al que se puso un año de ruana y se pasó por el forro sus deberes, estamos más que jodidos.

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El desaplicado no pierde el año un buen día o de la noche a la mañana. Allí están las notas y más acá está su flojera.

Hoy por hoy la tecnología les ofrece de todo para superar las obligaciones académicas.

Google Maps y mi profe de Geografía son la misma vaina, y hasta más.

Ya no es como antes, que bastaba con aprender que la capital de Australia era Camberra y que en ese país hay kiwi y canguros.

Hoy, un computador, con Google Maps los lleva hasta allá y, si se les antoja, les pone frente a frente con un canguro que retoza con un árbol de kiwi.

¿Y qué me dicen de los audiolibros? El placer de leer un buen libro e imaginarnos entre las sombras de la noche oscura a Úrsula Iguarán, la de Macondo, con la manta a rastra, mientras las letras de aquel mamotreto nos exaltan la imaginación, con las entonaciones y acentos que se nos venga en gana, se pueden obviar por completo con un par de audífonos y un audio libro.

Baldor se fue pa’ el carajo, los pelaos de hoy tienen a portada de mano una app de matemáticas que les resuelve la ecuación en un dos por tres y, como si fuera poco, llegan chat de inteligencia artificial que les dice “si la puerca puso”, “si primero fue la gallina o el huevo” y “en dónde está el hijo de Limberg”.

Prácticamente con un celular cualquiera puede con el colegio, con un mínimo de esfuerzo y quién sabe si se saben las tablas de multiplicar como el juego de la “Oa”, es decir: sin moverse y sin reírse, de atrás pa’ adelante, de adelante pa’ atrás.

Nuestras técnicas de copia y ayuda en una previa están todas obsoletas.

Nada de escribirse en las piernas el teorema de Pitágoras y coser, con hilo y aguja, la tabla periódica debajo de la falda del uniforme.

Hoy por hoy “misión imposible” entrena bien a estos carajos, y con un par de micro audífonos, escondidos en la melena o cachucha, se hacen recitar del mismo Dante, la Divina Comedia, que además un celular te la ofrece resumida, en un par patadas.

Y no obstante todo lo anterior, no falta el bellaco que a estas alturas, con repeticiones, refuerzo y todo esos perendengues, se dé el lujo de perder el año.

Que el espíritu de Job invada el alma de todos los padres, porque definitivamente lo que hay que tener es mucha paciencia y de eso, la susodicha, pocón, pocón.

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