Edicion noviembre 23, 2024
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Cultura y deportes, inoperantes

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Cultura y deportes, inoperantes

Columnista - Martín Barros Choles
Columnista – Martín Nicolás Barros Choles

La cultura es una creación que se refleja de variadas formas, cultivando valores que se transforman en derechos, materiales e inmateriales, y se plasman en modos de vida y conjuntos de creencias, tradiciones, costumbres, relaciones, lenguas, artes, música, danzas, ritos, folclor, política, literatura, filosofía, arquitectura, gastronomía, festividades, actuaciones, cine, religiones, entre otros; todos de participación colectiva y personal, iniciados con prácticas de educación, que comienzan con la lectura, escritura, instrucciones, ilustraciones y formaciones eruditas, que registran la historia humana.

La cultura es habitual y extensa, sin excluir edades, desde la infancia hasta la adultez, abarcando múltiples formas participativas y recreativas, generadoras de emoción, alegría y terapia de relajación. La cultura es una base fundamental para la consolidación, civilización y progresos selectivos. En ella expresamos, inspiramos, manifestamos y exaltamos organización, personas, imágenes, tributos y cualidades territoriales globales, por destacamentos y desarrollo. La cultura y los deportes son autosostenibles, pero es necesario cultivarlos, atenderlos y asistir su desarrollo para que florezcan y fructifiquen.

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El respeto, la disciplina y la moralidad son factores que afianzan algunos temas culturales para su conservación y prosperidad, sin descartar desórdenes y recochas sociales que forman parte de nuestra cultura, brillando en activaciones que motivan y atraen a observadores, para contagiarse del ambiente atractivo y distractivo, enriquecedor de almas y pensamientos, saludable para superar monotonías, aburrimientos, tedios y depresiones. Mente sana, cuerpo sano. Aislarse de la participación cultural y deportiva es desconectarse del entorno y ámbito social, algo muy distinto a las privaciones o exclusiones por limitaciones físicas, normativas y específicas.

Los deportes y la recreación se enlazan con la cultura para ofrecer oportunidades participativas populares, de sensación agradable, en formación competitiva, generadoras de productos calificados que contribuyen de manera positiva mediante estrategias y acciones rutinarias que contemplen visiones de desarrollo social y económico, al servicio indiscriminado en cohesión social, garantizando seguridad y continuidad para mantener activo el dinamismo espiritual, que diluya y erradique factores y sentimientos negativos y tóxicos, originados por problemas, revanchismos, rivalidades y crisis cotidianas que atentan y vulneran la paz e inciden en la criminalidad.

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Es deber de mandatarios o gobernantes velar, promover, apoyar y financiar establecimientos y canchas para prácticas de actividades y eventos culturales y deportivos en escuelas, colegios y organizaciones públicas y privadas. Aunque en Colombia existen Ministerios de Cultura y Deporte con funciones independientes, por un lado, carecen de fortalezas económicas presupuestales, al estilo Cenicienta, y por el otro, están afectados por la contaminación de la corrupción, merodeados por parlamentarios que buscan partidas económicas para beneficios personales. Los congresistas, como comejenes o termitas, desmoronan y destruyen las instituciones públicas con acciones y operaciones corruptas.

Desde la nación hacia abajo, en secretarías de cultura y deporte del orden departamental, distrital y municipal, sigue el mismo desastre y deterioro que a nivel nacional, desapareciendo los pocos recursos económicos destinados en presupuestos anuales, desmotivando vocaciones deportivas y culturales, frustrando a jóvenes con sueños e ilusiones, desaprovechando los valores efectivos que podrían lograrse, pero que, por falta de patrocinio, se atrofian y privan las intenciones de estar dignamente representados en competencias locales, regionales, nacionales e internacionales. Si se destinara el 50% de los recursos económicos que se reparten a senadores y representantes a la Cámara, fuera de sus salarios, honorarios y gastos de representación que reciben mensualmente para lograr la aprobación de leyes y reformas constitucionales, podríamos estar mejor representados en dichas competencias, ubicándonos en posiciones valiosas en el medallero.

Las ligas deportivas tienen que mendigar para que los deportistas puedan salir a competir, con escasa preparación, por no tener apoyo de los gobernantes, ya que las instituciones solo tienen disponibilidad presupuestal para el pago de nóminas burocráticas, contratos y órdenes de servicio “corbatas”, amparadas en el clientelismo politiquero.

En la participación histórica de Colombia en los Juegos Olímpicos, solo se han sumado 38 medallas en 84 años: 5 de oro, 16 de plata y 17 de bronce, cuando deberíamos haber superado, al menos, un centenar. De esta estadística se deducen las deficiencias y decadencias en el patrocinio deportivo.

Los eventos culturales y deportivos constituyen un gancho para explotar la recreación y el turismo, complementado con paisajes exóticos, paradisíacos, maravillosos y divinos, como el mar, río, selva, islas, valles, llanuras, cascadas y montañas; ecoturismo y etnoturismo, entre otros, en el territorio geográfico de la nación, que generan utilidades reflejadas en competencias deportivas y presentaciones culturales, tanto a nivel nacional como internacional, donde se ha invertido y se sigue invirtiendo con fe y esperanza, logrando futura rentabilidad.

Alcaldes y gobernadores deben hacer valer la autonomía territorial que ostentan para apoyar la cultura y los deportes, sin esperar a los ministerios citados, porque estos, en el nuevo presupuesto nacional de la vigencia 2025, son víctimas de recortes por ajustes.

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