Edicion octubre 9, 2024
Columnista - Marga Palacio Brugés

Comparte

Columnista – Marga Palacio Brugés

Ya se acabaron los carnavales y lo que viene es guayabo y varadera, así que pónganse pilas paisanos, a recuperar las fuerzas y trabajar, con el mismo entusiasmo con que la pelaera entre al colegio, estrenando colores prismacolor, zapatos croydon o grulla y con la cabeza aún sin piojo.

Esto no aplicaba para los necios de antaño, ellos estaban más preocupados que entusiasmados pues, por rebeldes, los mandaban a aconductarse en la escuelita de la 5, donde María Jacinta López Ávila, la recta y correcta Chinta.

Publicidad

Ella, fuerte en su mandato, tenía el palito para enderezarle el camino a los indómitos y con esa misma varita los aquietaba severamente, con la aprobación de los padres desesperados y para la dicha de un vecindario cansado de lidiar las travesuras de un necio.

Por eso lo advertía desde el mismo acto de matrícula: “yo aquí pego, castigo y dejo sin almuerzo a quien no estudia”, convencida de que la severidad domaba el carácter de los rebeldes sin causa.

Llamó a la escuelita con el nombre de Santa Marta, otra intercesora de las causas difíciles. Quizá era la santica quien le colaboraba con el milagro de la transformación, allí mismo, en la casa heredada de su padre, el viejo Estanislao Mauricio, de extracción humilde y de grandes cualidades humanas.

Publicidad

En la calle 5 # 9-47, desfilaron casi 4 generaciones a quién ella, con escasos 19 años y por orientación de su padre, inició a educar y corregir: “gallinazo ponte en cruz” -ordenaba- y el fulano debía extender los brazos y Dios lo libre si osaba a bajarlo, ni limpiarse los mocos podía, estático, hasta nueva orden, debía permanecer.

Quizá si a los Doctores Luis Eduardo Castro Barros,

Orlando Esau Vidal Joiro y sus hermanos o Amilcar Gómez Deluque les habrá tocado algún día crucificarse por un castigo, todos ellos fueron ilustres estudiantes de la hoy recordada Chinta, gente distinguida, recta y honesta y de buenas costumbres, modelos calcados de la urbanidad de Carreño.

Esas tablas de multiplicar nunca se olvidaron, ni la raíz, tallo, hoja, flor y fruto de la planta botánica, o el “mi mamá me mima” de Nacho Lee y “ambúa” si lo mima su mamá, del reglazo, por el olvido de una tarea, nadie se escapaba.

La hoy doctora Marta Myriam (nombre heredado de la escuela) y Luis Mauricio nacieron de su regazo bendito; poca prole, solo dos, porque al educar el instinto materno se saciaba, así que incontable, como las arenas de los desiertos y playas, fue la muchachera que manoseó con cura y corrección, todos ellos agradecidos y sin traumas, esas pendejadas no existían en los tiempos de Chinta y bastaba un cocotazo para ajustar el cerebro y acabar una depresión.

Hay quienes recuerdan la historia de un travieso muchachito, qué arrodillado, durante un castigo, no pudo contener su enojo y, cuando la maestra le pasó cerca, la mordió y escapó corriendo, escondiéndose y refundiéndose para que no lo cascaran. Cuando Chinta dejo lo terreno, se lo encontró en el cuelo, en el mismísimo Guapo Celestial: lo reconoció y lo abrazó y finalmente le perdonó el mordisco, – Nacho, mijito, haces mucha falta en la tierra -le dijo- y allá en la eternidad se olvidó de aplicar el “gallinazo ponte en cruz”.

noticias relacionadas

Consulta Virtual

¿Considera que el turismo es el principal potencial de La Guajira?

ULTIMAS NOTICIAS