Buenas, regulares y malas noticias
Somos bromistas. A los colombianos nos gusta hacer chistes de todo lo que sucede; con sarcasmo, con finura, algunos con procacidad, no pocos con crudeza, otros con ramplonería, y, peor aún, hemos visto a pseudochistosos que hacen de las peores tragedias o defectos humanos la búsqueda de la atención perdida por agotamiento de su originalidad.
Gozamos compartiendo el humor, regando los sinsabores diarios con la sonrisa que sacamos a nuestros amigos de los chats y de las redes.
Hay uno tradicional, que sirve como estructura para montar cuanta ocurrencia satírica se venga a la mente. Es aquel de las buenas, regulares y malas noticias. Hemos jugado con ellas por un buen rato, con la certeza de que siempre habrá nuevos hechos que enmarcar en el esquema.
Va uno; en esta ocasión sin pretendido humorístico, pero sí con la gana de sacudir alterados por la pasión política del momento y por la exacerbación de la intolerancia de pensamientos diferentes al propio.
La buena noticia es que el 29 de mayo, o a más tardar el 19 de junio, tendremos elegido un Presidente, de nuestra preferencia o de una contraria. No hay lugar para la indiferencia en los momentos actuales. El plazo se agota, así que vea usted a ver qué hace con ese resultado. Si lo favorece, celebre con entusiasmo, sin hacer daño a nadie -¿difícil? ¿imposible?-. Y si pierde, como puede suceder, amárguese con la derrota pues todas son pesadas para el espíritu- y recuerde que perder es ganar un poco, decimos los colombianos por gestión de un influencer de nuestras aspiraciones del fútbol.
La noticia regular es que tanto usted como el que ganó -perdió- no quedarán resignados con el resultado y sus ánimos no se calmarán. Aparecerá esa convicción de que usted es poseedor de la verdad, dueño de la razón, amo de las causas que deteriorarían este país (más que de aquellas que lo reencausarían). No se van a conformar. No bajará la temperatura de sus certezas políticas ni de sus animadversiones. Así que la crispación y los enfrentamientos seguirán sin pausa.
La mala noticia es desalentadora. Ni si usted gana ni si pierde, el país va a encontrar un modo inmediato de mejorar lo que hasta ahora nos hace despotricar de nuestra situación como sociedad. Esto es, los desequilibrios sociales, la ausencia de ética pública y privada, los desbordamientos y sesgos de la aplicación de justicia impartida con tanta parcialidad, la desnutrición infantil, ni tantas otras maneras de vivir haciendo politiquería sin consideración con los menos favorecidos. No llegará la sustitución de cultivos ilícitos.
Hay, sin embargo, una manera de superar los impactos de esta mala noticia. Y es que podamos como sociedad recuperar un grado de tolerancia con el modo de pensar ajeno, y encontrar que todos tenemos enemigos comunes, empezando por el desinterés por sanear las estructuras morales. Cuando todo se vuelve gris en el cielo que nos cobija, es cuando surgen los verdaderos líderes que muestren un camino de concordia y bienestar.
Dejaría de ser amante de la libertad, partidario de la democracia, si no pensara que este porvenir despejado puede ser posible en Colombia versión 22. Soñar no cuesta nada. Pero es el verdadero reto para quien gane la Presidencia, ganemos o perdamos nosotros como electores.