En esos días de marzo al pasar por la hermosa y musicalmente rica población de San Agustín de Fonseca evoco la presencia de soldados alemanes en la independencia. Hace justamente 204 años un cuerpo compuesto por unos 1300 hombres de infantería y tropas de la marina desembarcó en Riohacha el 13 de marzo de 1820. De estos hombres unos 700 eran irlandeses y el resto soldados criollos y extranjeros de otros países. Un pequeño grupo de ingenieros alemanes tenía la misión de actuar como zapadores en la exploración de los caminos que debía seguir esta fuerza expedicionaria cuya misión era recuperar el control de los principales puertos y ciudades del Caribe colombiano.
Trascurridos pocos días del desembarco, unos 500 hombres comandados por el coronel Mariano Montilla partieron de aquella ciudad hacia Valledupar. Entre sus objetivos estaba el de dispersar a las guerrillas realistas que se encontraban en los pueblos cercanos y hacer contacto con las tropas que venían del interior del país. La marcha se dio en medio de un terreno hostil lleno de serpientes y rodeado de espesos matorrales que facilitaban las frecuentes emboscadas de las guerrillas indígenas. Las tropas se quejaban de la falta de agua, lo que era en extremo desgastante para los soldados europeos no acostumbrados a este tipo de terreno. Al arribar a la población de Fonseca, el grupo de ingenieros alemanes que siempre marchaba a la vanguardia tomó un camino distinto al del grueso de las tropas y cayó en una emboscada. Ninguno de los germanos sobrevivió y sus cuerpos fueron horriblemente mutilados por las guerrillas realistas. Los soldados que se rezagaban siempre eran encontrados muertos del modo más cruel. “La guerra era a muerte”, escribe el oficial irlandés Francisco Burdett O’Connor, “y no se tomaba prisioneros ni de una ni de otra parte”.
Cabe preguntarse ¿Qué motivaba a estos jóvenes extranjeros a alistarse en cuerpo militares de países extraños? ¿Qué les impulsaba a correr este riesgo de perder sus vidas en un continente lejano? La aventura puede ser vista como una compulsión que surge de una necesidad social. Diversos autores han señalado que la conquista y otros sucesos de América hicieron posible el curioso fenómeno de la revitalización de unos ideales olvidados, pues aquella fue la época de la caballería andante de la plebe. A todo ello contribuyó el llamado capitalismo impreso a través de formas literarias para el nuevo mercado de masas, como lo afirma Benedict Anderson. Los materiales impresos alentaron la adhesión silenciosa a causas distantes que ganaban simpatizantes entre un público invisible.
El historiador Matthew Brown ha señalado que en ello intervenía una noción de la masculinidad alejada de la cobardía, en la que el soldado héroe no eludía el riesgo ni el peligro y buscaba obtener ganancias para su honor y para su patria. El paisaje americano, lleno de peligros como fieras, enfermedades e indios bravos, era enfatizado en las narraciones con el fin de destacar los propios logros al sobrevivir y regresar a casa más varoniles como un resultado de la aventura., Otros, como los jóvenes ingenieros alemanes muertos en aventuras Fonseca, jamás regresaron para disfrutar de esa gloria inalcanzada y contar sus aventuras.