
23. “renovaos en el espíritu de vuestra mente,
24. y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
Efesios 4.
Solo hay tinieblas y muerte para quienes no conocen a Cristo. Pablo nos advierte de vivir como los gentiles, que viven sin Cristo. Ellos andan en la vanidad de su mente. Vanidad en griego (mataiotes) significa sin rumbo o en vano. Tienen el entendimiento entenebrecido por la ignorancia y la dureza de su corazón, ajenos de la vida de Dios.
Si no somos iluminados por la Palabra y el Espíritu Santo, perdemos la sensibilidad espiritual y moral, y pecamos sin tener consciencia de ello. Como resultado de esto, se entregan al libertinaje y toda clase de impurezas. Nuestro viejo hombre antes de la conversión no era muy diferente a los que viven sin Cristo (Ef. 2:3); sin embargo, la gracia salvífica nos impulsa a cambiar y a imitar a Cristo.
Hemos renacido en agua y en espíritu, y somos una nueva criatura (Jn. 3:5; 2 Co. 5:17). Se nos exige tener un nivel más alto de moralidad, digno de la nueva identidad. Hemos oído y aprendido la verdad en Cristo, y necesitamos renunciar a nuestra antigua manera de vivir para vestirnos del nuevo hombre.

Debemos despojarnos del viejo hombre que está corrompido por los deseos engañosos y revestirnos del nuevo hombre creado según la imagen de Dios en la justicia y santidad de la verdad (v. 24). Lo que se requiere de los creyentes redimidos es la santidad; la santificación significa perfeccionar la salvación en la vida práctica (Flp. 2:12). Si somos una nueva criatura, debemos buscar cambios y la madurez cada día, andando por la senda de Cristo.
Al cristiano renacido se le exige que viva una vida acorde a esta. Debe cambiar su corazón, su manera de hablar y actuar. Debe quitarse el hombre viejo, espiritualmente insensible, pródigo y ambicioso, que vivía alejado de Dios. Pablo nos alienta a dar un paso más después de quitarnos la ropa del hombre viejo y a vivir como un hombre nuevo, renovado por el Espíritu Santo.
El fiel debe vivir con la santidad de la verdad y la justicia, buscando imitar la imagen de Dios, ya que la “santidad de la vida” es lo que se le exige al fiel luego de la salvación. Si confiamos en la ayuda del Espíritu Santo, podremos obrar con la verdad, la justicia y la santidad, aun en medio de la tentación del mundo
Debemos despojarnos del viejo hombre y vivir con corazones renovados. Dios les guarde.






