
La situación que padece la hermana República de Venezuela es tenaz, debido a la implementación de una dictadura fundamentada en un arcaico y anacrónico socialismo. Este modelo, que dejó de tener relevancia, ha sido erradicado en países capitalistas como China y Rusia, antiguos imperios comunistas y socialistas. Estas naciones abandonaron tales sistemas tras transformaciones en sus políticas económicas, producción y estabilidad, adoptando responsabilidades compartidas entre el Estado y las inversiones privadas. Este cambio sustituyó el monopolio estatal absoluto, que limitaba las libertades personales y obligaba a los ciudadanos a cumplir labores forzadas, prácticas cercanas al esclavismo o incluso la muerte por inconformismo y malos tratos. Así operaba el socialismo.
Venezuela no soportará otro período dictatorial disfrazado de democracia. En las recientes elecciones, los ciudadanos negaron la reelección de Nicolás Maduro Moros y eligieron al candidato Edmundo González de manera abrumadora, con el apoyo de exmilitantes chavistas. Esto quedó demostrado en las actas de las mesas de votación, ubicadas en parroquias de distintos estados, donde González derrotó a Maduro con un 30 % de diferencia.
Según los resultados globales, Maduro no ganó en ninguna mesa instalada, obteniendo apenas tres millones de votos frente a los casi ocho millones obtenidos por González. Las actas que respaldan estos resultados no han sido desvirtuadas por el régimen dictatorial, que ha ignorado y manipulado la información de manera abusiva, burlándose de la voluntad popular. Esta situación ha generado el aislamiento internacional de Venezuela y ha provocado masivas migraciones de venezolanos en busca de refugio en otras naciones.
Recientemente, Nicolás Maduro suscribió en Barbados un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos que incluyó el intercambio de detenidos, entre ellos Alex Saab Morán, ciudadano colombiano de ascendencia libanesa y persona de confianza de Maduro, quien lo nombró ministro de Industria y Producción Nacional. Este acuerdo también permitió la reapertura de actividades petroleras por parte de la empresa Chevron y prometió elecciones presidenciales con la participación de la oposición. Sin embargo, líderes opositores como María Corina Machado fueron inhabilitados, dejando a Edmundo González, un exchavista, como único candidato viable de la oposición.

A pesar de su triunfo arrollador, el gobierno venezolano ha ignorado los resultados, pisoteando la voluntad popular y perpetuando un régimen rechazado por la mayoría de los ciudadanos. Nicolás Maduro intenta engañar al mundo sin pruebas legítimas que respalden su reelección, mientras que las actas de la oposición demuestran claramente la victoria de González.
En su autoproclamación como presidente, Maduro estuvo acompañado únicamente por los mandatarios de Cuba y Nicaragua, con algunos reconocimientos de gobiernos como Bolivia y Honduras. Sin embargo, 20 países miembros de la OEA han rechazado su elección. Este aislamiento político y comercial, junto con sanciones internacionales, incluye recompensas ofrecidas por Estados Unidos: 25 millones de dólares por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, y 15 millones por Vladimir Padrino, ministro de Defensa.
Maduro enfrenta un futuro incierto. Internamente, no cuenta con el apoyo popular y depende de colectivos armados y guerrillas colombianas que operan en territorio venezolano. Sin embargo, estas fuerzas no garantizan estabilidad. A nivel internacional, aliados como Rusia e Irán enfrentan conflictos bélicos, mientras que China se enfoca en el comercio y no está interesada en involucrarse en conflictos armados.
La ambición de Maduro de ingresar a la plataforma financiera BRICS fue vetada por el presidente de Brasil, Lula Da Silva, debido a la ilegitimidad de su elección. Sin este respaldo, su régimen enfrenta más dificultades económicas y políticas.
El desafío impositivo de Maduro podría terminar con su captura y encarcelamiento en Estados Unidos, junto con la expropiación de bienes acumulados por él y sus colaboradores. Su régimen, sostenido en fuerzas armadas, parece cada vez más vulnerable a una eventual intervención internacional liderada por Estados Unidos y sus aliados.