Colombia, no está bien. A todos los residentes y domiciliados en esta nación, nos debe asistir el ánimo espontáneos e interés, de remediarla, aportando y transmitiendo, ideas y formas de soluciones, para concertar, acuerdos incluyentes, con entendimiento y buena fe; que permitan resolver violencias y precarias situaciones que vivimos, pacificando espíritus, agrestes y bélicos, por las graves consecuencias que generan, afectando la convivencia social.
Nada se gana en confrontaciones, ofensas, insultos, calumnias y discusiones; estériles y nocivas, que polarizan, perdiendo el precioso tiempo, en rife-rafe, entre el dime que yo te diré, descargando odios venenosos, matizados con rencillas y revanchismo, que enturbia nuestro futuro, rodando en incertidumbres. Reflexionen, gobierno y oposición, para lograr reconciliaciones y consolidar hechos positivos, que garanticen: seguridad, estabilidad, confiabilidad y beneficios general.
Enfrascarse en torpedear, atravesarles palo en las ruedas, lanzar dardos e incidir fracasos al gobierno, no es la salida. Se requiere particiones positivas, de dirigencias políticas, para que aporten y contribuyan, en convalidar proyecciones, que proponga el gobierno a consideración del Congreso, que bien pueden modificar, suprimir y adicionar; a través de quienes nos representan, sustentado derechos, en debates justificables, utilizable para concertar aprobaciones globales, de bienestar común, fundamentándose en beneficio popular, de lógica natural, sin que nadie resulte perdedor.
La competencia en el poder popular debe radicar en hacer, no en robar, ni ejercer prácticas de violencia y corrupción; madre de todos los males que nos mantiene en crisis abismal. El gobierno del presidente Gustavo Petro, no debe seguir el juego de sus detractores, respondiéndole rememoraciones, que de hechos hieren, por las implicaciones de antecedentes, que comprometen y solo sirve, para hondar crisis caóticas, restándole tiempo para soluciones vitales, de necesidades emergentes, durante el periodo de gobierno.
No es bueno radicalizarse, ni mucho menos, cerrar espacios participativos, para compartir. Responsabilidades en democracia. La oposición, dispone de derechos político-legales, para actuar, de manera respetuosa y civilizadas, en armonía y cordialidad.
Retar, desafiar e imponer; de manera absurda y caprichosa, operaciones, dictámenes o decretos, violatorios de derechos humanos y sociales, no lucen en democracia. Eso impera en dictadura, donde no se toleran diferencias, obligando a cumplir regímenes limitantes, en libertades, conjugadas con prohibiciones, ejercidas a punta de amenazas intimidatoria. De ahí las diferencias, de uno y otra forma de gobiernos: este último, absolutos, despóticos y tiranos; que someten y humillan, a sus gobernados, sin permitir, ni reconocer derecho de defensa.
Recogemos los frutos de cultivos que sembramos. Estamos observado el alto grado de violencia que vivimos, desde hace mucho rato, encontrándonos, acorralado y azotado, por las delincuencias: comunes, corruptas, carteles, guerrillas, bacrines etc.
Las organizaciones al margen de la ley, dejaron la clandestinidad, para ubicarse en determinada territorialidad, local o de cuadrante, ejerciendo autoridad, extorsionando, coartando libertades, secuestrando y contralando: actividades, contratos, negocios y explotación minera; frente a la impotencia de los gobernantes territoriales; alcaldes y gobernadores; que les ha tocado emigrar de municipios que gobiernan, algunos exiliándose en el exterior, por amenazas de muerte, ordenadas en organizaciones criminales, asentadas en territorios locales, rurales y urbanos, abandonados, desconectados del centralismo y sometidos por la delincuencia.
El presidente Gustavo Petro, ha querido armonizar la crítica situación de inseguridad que padecemos, presentando formulas apropiadas, para concertar la paz, con las organizaciones armadas, pero hasta ahora, no han correspondido, silenciados fusiles, desistiendo de secuestros, reclutamientos de menores, vacunas extorsivas y de acciones bélicas.
Si las cosas siguen como vamos, el gobierno que sustituya, al presidente Gustavo Petro, encontrará una nación en desastre, convulsionada de violencia, difícil de controlar, saturadas de operaciones delincuenciales fortalecidas, en espacios territoriales, sin reproches, ni rechazos, por miedo e impotencia defensivas, de sus habitantes.
Además de los problemas originados, por fenómenos naturales, tormentas sísmicas, cambios climáticos; acompañados de deforestaciones, incendios, derrumbes e inundaciones, sumándole corrupción, que rebasan límites de tolerancias, no se resuelven de “Larin, laran”. Mucho menos, con orgullos exacerbados, enfadados y enfrascados, en radicalizaciones, obstinaciones y temeridades; atrincherados y prevenidos, a contrarrestar y defender intereses, particulares, de beneficios personales.
El presidente Petro, tiene oportunidades valiosas, para sacar adelante este país, pero necesita voltear la página, dejando atrás, el doloroso pasado, perdonando y zanjado diferencias, sobre series de circunstancias, que cierran espacios participativos, lastiman heridas y alteran; antipatías repugnantes, glorificando desadaptados, que imponen con las armas, dictaduras territoriales, por ausencia de autoridades competentes.
El presidente Petro, debe manejar una agenda prioritaria selectiva, que no abarque compromisos de tantos asuntos, porque termina generando consecutivos incumplimientos, que originan criticas y desacreditos, sobre los cuales debe ser muy cuidadoso, como primera autoridad de gobierno, para evitar motivos desagradables con opositores, que están al acecho, para desprestigiar el mandato popular.
Si no queremos quedar bajo el dominio de organizaciones armadas delincuenciales, no descarten, concertar y formalizar, acuerdos multipartidistas, por el bienestar de la patria.