Edicion abril 16, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Semana Santa: tiempo de reflexión

Semana Santa: tiempo de reflexión
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Columnista - Fabio Olea Massa
Columnista – Fabio Olea Massa (Negrindio)

El mundo católico se prepara para vivir la Semana Santa o “semana mayor”, que rememora la vida, pasión y muerte de Jesucristo. Inicia el Domingo de Ramos con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, montado en un borrico, seguido por una multitud que lo aclamaba, anunciando la llegada del Hijo de Dios: el Mesías, enviado para salvar al mundo. En esta semana, también se recuerdan otros acontecimientos importantes que precedieron a la muerte de Jesús, como el lavado de los pies a sus discípulos, la Última Cena con los doce apóstoles, donde compartieron por última vez el pan y el vino; y el viacrucis camino al Calvario, su crucifixión y posterior resurrección.

Me parece que la Semana Santa de antes se vivía con más fervor religioso, y lo digo porque era casi obligatorio asistir a las misas del Domingo de Ramos, Sábado de Gloria o Vigilia Pascual y Domingo de Resurrección, y participar en las procesiones y los actos litúrgicos, como el lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos —símbolo de su humildad y amor—, la Última Cena, el “juicio” en su contra y su muerte. Se recreaban en vivo escenas con actores espontáneos que representaban a personajes como Judas, Pilatos, la Virgen María, Juan Bautista y los ladrones crucificados junto a Jesús. Era notable el espíritu de recogimiento, la devoción y la solemnidad que sentían los feligreses que asistían a las iglesias a presenciar esos actos religiosos.

Eran sagradas y se respetaban las costumbres de Semana Santa hasta el punto de que los Jueves y Viernes Santos prácticamente nadie osaba hacer algo mundano. No se consumía licor, ni se fiestaba, ni se comía carne. Nadie se atrevía a contravenir las costumbres tradicionales; se guardaba abstinencia sexual por temor a quedarse pegado, no se bañaba uno en el mar por miedo a ahogarse, y se creía que el diablo andaba suelto por los caminos asustando y llevándose a quien no respetaba la Semana Santa. En las emisoras de radio solo se escuchaba música religiosa; todo era recogimiento, el comercio cerraba el Viernes Santo y la Semana Santa se vivía con fervor religioso.

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Ya no se siente ese fervor religioso de antaño, o al menos ha disminuido. Las costumbres han cambiado. A la Semana Santa la llaman burlonamente “parranda santa”, porque durante ella se cometen toda clase de excesos. La gente, en vez de acudir a los templos, se va a la playa, gasta dinero, come, bebe y se entrega a los placeres sexuales. Cantinas, discotecas y moteles hacen su agosto durante la semana mayor del catolicismo. En nuestro tiempo, la Semana Santa está dedicada más a lo mundano que a la vida religiosa; es el reino del placer corporal, no del recogimiento espiritual.

Con razón se dirá que estos cambios obedecen a la evolución de las costumbres de la sociedad, al influjo de la tecnología, a las facilidades para viajar y a una nueva generación, llamada “millennials”, que no sabe cómo era el mundo antes de internet. Hay que admitir que todo eso ha contribuido al cambio; pero mi crítica no va dirigida a la generación moderna, que no tiene por qué vivir como la “vieja guardia”, sino a los que nos hemos apartado del camino de Dios, renunciando o cambiando unas tradiciones y costumbres de una época más espiritual, por un mundo de consumo banal que nos aleja de las enseñanzas del Maestro.

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Cuando era un muchacho en mi tierra —Córdoba— esperaba Semana Santa con la misma emoción que la Navidad o el Año Nuevo para reunirnos en familia y reencontrarnos con nuestras tradiciones religiosas y costumbres, como ir a las procesiones, practicar actividades lúdicas sanas como jugar a cartas y al dominó con los amigos, comer dulce de “mongo mongo”, beber chicha de maíz y degustar la deliciosa hicotea guisada en coco y el revoltillo de bagre pintado; pero todo ello sin dejar de lado la religiosidad.

Es verdad que añoro las tradiciones de Semana Santa en mi tierra. Tampoco soy fanático de estar metido en la iglesia rezando en Semana Santa; prefiero salir de la ciudad y retirarme a un pueblo donde pasar esos días tranquilo, ausente de las redes sociales, y para no hablar de política, dedicado más al recogimiento y a la reflexión espiritual que fortalezcan mi fe en Dios. La muerte de su Hijo Jesucristo tuvo un profundo significado en los católicos, sembrando la semilla del amor y de la reconciliación para vivir en paz, conforme a los mandamientos del Padre Celestial.

Felices pascuas.

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