
La verdad que, en una corta vida, lo mejor es descongestionarse, de sentimientos negativos, tóxicos y egocéntrico, que contaminan y trastornan, comportamientos personales, repercutiendo en las convivencias. Los seres humanos, estamos formados en estructura corporal, iguales para todos, clasificados, en cabeza, troncos y extremidades, indiferentemente de intelectualidad, condición o calidad y estratos social.
Desconocerlo y descalificarlo, constituye error, colocando unas personas, por encima de otras, etiquetadas, por disponibilidad y ostentación económico, circunstancias que fracciona nuestra sociedad, valorando por lo material, ignorando que el sistema óseo, de persona, sin distingo, son de color blanco, lo que demuestra, equivocaciones de quienes se obstinan de mala fe, a no aceptarlo, considerándose con derechos, a abusar, esclavizar y ultrajar; con malos tratos y degradaciones, por desgracia de ser pobre, como si fuera tacha. Las circunstancias adversas son creadas para que unas personas exploten a otras, valiéndose del estado miserables en que viven, no por su culpa, sino de los sistemas y régimen que gobiernan, operando, con disposiciones legales, aprobada para favorecer y beneficiar, a unos cuantos y pisotear a otros.
La felicidad es una sensación de bienestar esporádica que perciben las personas, fluyendo halagos y alegría, originada por factores positivos de vivencia, labores y compartimientos agradables, con sus semejantes. Tanto dar, como recibir, origina felicidad, con agrado, para uno y otro, siempre y cuando, se realiza de forma espontánea y de manera generosa, condimentadas, con motivación e impulsos, de animación y apoyo; para activación y ejecuciones, de acciones participativas, contributiva y para garantizar: confianza, seguridad y respeto; armonizando reglas sustanciales y procedimentales, fundamentadas en cordialidad, buena fe y solidaridad; frente a deberes y derechos, de interés y beneficios comunes, que nos favorezca, en igualdad colectiva; modificado etilos y modus viviente, estimando criterios, de opiniones y manifestaciones; que ilustren, orienten, mejoren y no rayen, de manera negativas, contra el desarrollo y progreso, generando pesares y frustraciones, por motivos desacertados e inconsecuentes.
No hay algo tan maravillosos como la de sentir felicidad, así sea ocasional, eventual y pasajera. Para ser feliz, no se necesita ser rico, cada quien tienen distintas formas y maneras, de ser felices, de acuerdo a sus intenciones, manifestaciones, emociones, proyecciones, comprensiones, programas, inspiraciones y estabilidad voluntaria; compartiendo en unidad, abrazos y calor humano, que nos dignifique, despierte y aliciente, los espíritus: deprimidos, aturdidos y abandonados; en la miseria. No generan felicidad: egoísmo, insolidaridad, envidias, arrogancias, enojos, amarguras, soberbias, odios, ira, rencillas, avaricias, codicias, especulación, revanchismos y venganzas. Perdonemos, olvidemos y sigamos adelante, para no atrofiar el corto curso de esta vida; desgraciándola.
Descarguemos y sacudámonos, hábitos, juegos y circunstancias; que inhibe la felicidad, en reiteradas prácticas transmisible, afectando la sociedad, atormentándola con temeridades, radicalismo, denigraciones y abusos personales; causantes de discordias, conflictividad y agresividades confrontativas.

Aprovechemos la navidad que se avecina, para reflexionar, meditar y no darle, tanto color a lo que ocurre en el medio viviente. Es necesario, evitar contaminarse, con personas que se ocupen de manera reiteradas, en difamar, embrollar, chismosear, calumniar, injuriar, disociar, incendiar bochinches y tantas cosas; negativas e improductiva. No nos expongamos ser víctimas, de manipulaciones y desinformaciones, ni objeto de desagrado.
La política es el arte de servir, no de destruir. Tomemos de ejemplos, los incestos y la forma de participación, en labores sociales, tales como: hormigas, abejas, avispas y termitas o comején, para abrir espacios de participación compartidas indiscriminadas. No limitemos participaciones incluyentes, ni despreciemos, las intenciones voluntarias de servir. No maltratemos, ni abusemos, de quienes nos sirven, cualquiera sea la labor o actividades, digna de valor y respeto. No hagas a otro, lo que no te gustaría que hicieran a ti. No impongan respeto, con intimidación y miedo, gánelo, con amor y aprecio, por sus saludables comportamientos de buenos tratos, compresión, apoyos y obras; de beneficios colectivos, en misión de servicio.
Las diferencias de criterios e incoherencia, son factores que deben superarse, para estabilizar relaciones humanas. No aprovecharse de necesidades que otros padecen, para explotarlo de manera indigna, como ocurre normalmente, sin que los mandatarios se aperciban de controlar y proteger desigualdades.
Por motivos y causas; variables y diversas; la felicidad no es homogénea, ni permanente, depende de factores, condiciones, términos y la forma personal particulares; conforme se conciben y perciben, de distintas maneras, reflejadas en alegría, satisfacción, gozo, regocijo, euforia y alborozo. La inseguridad, el temor, amor propio, mortificación y el miedo; empañan la felicidad. Atraen felicidad, amor, oraciones, desafíos, cumplimientos, firmezas, tratando bien a los demás y vivir: en armonía, cordialidad, disciplinas personales o de grupos, comunicaciones, relaciones humanas, labores, apoyos participativos y resultados, positivos compartidos.
El secreto de la felicidad, no está, en resultados de competencias, comparación de superioridad, ostentación de riquezas, acaparamientos de bines y disponibilidades financieras; entre otras. La felicidad de manera cristalina, la pescamos: en la humildad, virtudes y bondades, de personas: amables, compresivas, generosas, atentas, cooperadoras, socorristas y solidarias. Otra forma, es corresponder en apoyo y gratitud, cuando las circunstancias lo requieran. La clave no es tener, sino que hacer con lo que tiene, al servicio y beneficio de los demás. Hay personas que lo tienen todo, pero por mala gente, no atraen una felicidad plena, sino que fingen en apariencia, expresar una felicidad, efímera superficial.
Compartir fortalecen: relaciones interpersonales, levantan estado de ánimo, fortifica el núcleo familiar, amistosos, el compañerismo, la vecindad y todos; enlaces manifestativos de utilidad, afectivas y productivas, en bienestar social, generadora de felicidad y paz en conciencia. Ayudémonos compartiendo con amor y buena fe, todo lo posible, en oportunidad u ocasión, propicias.






