SÁLVAME, JEHOVÁ
1. “¡Sálvame, Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma!
2. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he llegado hasta lo profundo de las aguas y la corriente me arrastra”.
Salmos 69.
Las aflicciones que sufrimos por causa de la fe, nos pueden llevar al estancamiento o al crecimiento espiritual. David describe su situación de desesperación con frases como: aguas que han entrado hasta el alma, el cieno profundo, abismos de aguas, corriente de agua. Siente mucho temor e impotencia ante los fuertes que buscan su vida y le aborrecen sin causa. Si es criticado, es por el amor que siente por la casa del Señor (Sal. 69:7, 9-11). Aun en estas dificultades, David invoca el nombre de Dios.
Aunque la respuesta tarde en llegar, lo mejor que podemos hacer en la desesperación, es clamar a Dios y esperar su respuesta. Clamemos al Todopoderoso hasta el agotamiento y busquemos su rostro hasta el cansancio, porque entonces, disfrutaremos el gozo de la victoria.
Dios valora la afrenta que padecemos por causa del Señor. Al referirse David a su aflicción, anuncia parte del futuro padecimiento del Mesías. A veces, sufrimos oprobio por nuestra consagración a Dios y nuestro servicio al Señor se constituye en un motivo de burla para otros. Otras veces, perdemos amistades o incluso somos rechazados por nuestra propia familia a causa del Señor. Recordar el padecimiento y la obediencia de Jesucristo nos ayudará a soportar el dolor hasta el final.
La aflicción por nuestros pecados trae un poco de provecho, pero la aflicción por causa del Señor lo hace todavía más, porque despierta nuestro espíritu y nos hace madurar. Dios no se olvidará de ningún escarnio que soportamos por amor a Su nombre, para darnos una gran recompensa en el cielo.
David clama a Dios en medio de una situación apremiante, pidiéndole socorro. Fe es no perder las esperanzas por más que nuestras oraciones no sean respondidas o nuestros enemigos proliferen. La respuesta a la oración nace de la voluntad de Cristo y no de la nuestra. Dios se alegra cuando oramos confesando nuestra naturaleza pecaminosa y confiamos en Su voluntad. David predice el sufrimiento del Mesías a través de su propia aflicción, gracias al Espíritu Santo.
La congoja que sufrimos es la oportunidad de participar de la tribulación de Jesucristo recordando el dolor y la muerte de Cristo en momentos difíciles, experimentaremos la salvación y la gracia de madurar. Cuando se sienten impotentes, es el momento para orar a Dios. Dios les guarde.