
La conciencia colectiva de nuestro país implica una visión analítica y constructiva, que al centrarse en el presente, permite considerar nuevas alternativas sobre temas relevantes, cada persona puede aportar con diferentes perspectivas y empatizar en la discusión pública, vivimos en tiempos de incertidumbre, pero también de oportunidades, en el pulso cotidiano de nuestro país laten preocupaciones profundas, retos que exigen respuestas audaces y una ciudadanía más consciente, reflexionar sobre los temas más importantes de nuestra nación no solo es un ejercicio intelectual, que le corresponden a los políticos, sino un acto de responsabilidad, en esta columna, propongo analizar algunos de los grandes asuntos que definen el presente y sobre todo el futuro de nuestra sociedad, la educación, la desigualdad social, la inseguridad, la sostenibilidad ambiental y la participación democrática.
La raíz de todo cambio consiste en la educación, históricamente el motor de las transformaciones sociales más profundas es tener nuestro capital humano educado, sin embargo, demasiadas veces la hemos relegado a un segundo plano, como si fuera un problema solo de docentes o de recursos materiales, nos enfrentamos a aulas masificadas, currículos desactualizados y una brecha digital que se ensanchó brutalmente con la pandemia, es cierto que se han hecho esfuerzos, pero la transformación educativa requiere más que promesas, demanda visión de futuro e inversión sostenida, docentes actualizados educando para la vida.
¿Por qué seguimos tolerando que la calidad de la educación dependa del lugar de nacimiento o del nivel socioeconómico de la familia? El país necesita dotar a cada estudiante de herramientas para pensar críticamente, innovar y enfrentar los desafíos de un mundo globalizado, urge invertir en la formación docente, actualizar los programas, sobre todo asegurar el acceso universal a la educación desde la primera infancia hasta la universidad, solo así podremos aspirar a una sociedad más justa y competitiva.
La desigualdad social es el reto por resolver, la brecha entre ricos y pobres sigue siendo una herida abierta, vivimos en un país de contrastes, donde conviven fortunas incalculables con realidades de precariedad extrema, la desigualdad no solo es moralmente inaceptable, sino que limita el desarrollo económico y genera tensiones sociales permanentes, mientras una parte de la población accede a servicios de salud, educación y vivienda de calidad, millones de personas viven con incertidumbre diaria.
La solución no es únicamente hacer transferencias monetarias, hace falta un rediseño profundo de las políticas económicas, fiscales y sociales, es urgente revisar el sistema tributario para que sea más progresivo y eficiente, fortalecer la protección social y garantizar oportunidades reales para todas las personas, sin importar el lugar en el que nacieron, los movimientos sociales deben dejar de ser una ilusión, para convertirse en una posibilidad tangible.

Los elevados niveles de inseguridad y violencia inciden tanto en la vida cotidiana como en la percepción social del riesgo, la inseguridad ha pasado a ocupar un lugar central en el debate público, impulsada por factores como el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción y la impunidad, las soluciones simplistas y de carácter punitivo han mostrado sus limitaciones, resulta necesario replantear la seguridad como un fenómeno complejo que requiere estrategias integrales y multidimensionales.
La prevención, la inversión en comunidades vulnerables, el fortalecimiento institucional y la profesionalización de los cuerpos de seguridad son caminos que deben ser transitados con decisión, en lo personal considero es fundamental recuperar la confianza en las instituciones, avanzando hacia una justicia independiente, transparente y cercana a la ciudadanía, la seguridad debe ir de la mano con los derechos humanos; de lo contrario, solo perpetuaremos el ciclo de violencia y vivir entre el miedo y la ilusión ¡no es el futuro que Colombia merece!
La sostenibilidad ambiental, el cambio climático y la degradación ambiental dejaron de ser amenazas lejanas para convertirse en urgencias cotidianas, sequías, incendios, inundaciones, pérdida de biodiversidad, el costo de la inacción se traduce en vidas humanas, desplazamientos y pobreza, nuestro país no es ajeno a estos fenómenos, pero históricamente hemos postergado la discusión ambiental por prioridades “más inmediatas”.
No hay desarrollo posible sin sostenibilidad, es obligación de los gobiernos incorporar la variable ambiental en cada decisión pública, pero también es tarea de la sociedad civil y del sector privado apostar por energías limpias, consumo responsable y protección de los territorios ancestrales, necesitamos una transición justa, en la que ninguna persona quede atrás y el bienestar del planeta sea el eje de nuestro progreso, ¡responsabilidad ambiental coherente!
La participación democrática es mucho más que el voto, la democracia no se reduce a depositar un papel en las urnas cada cierto número de años, esta debe ser responsable, para que nuestras voces sean escuchadas y nuestras demandas atendidas, sin embargo, el desencanto con las instituciones, la polarización y la desinformación amenazan el tejido democrático. Reencontrar el sentido de la política implica abrir espacios de diálogo, fortalecer los mecanismos de rendición de cuentas y fomentar una ciudadanía crítica y comprometida, la transparencia, el acceso a la información y la defensa de los derechos humanos son condiciones indispensables para una democracia sólida, solo así podremos construir consensos y avanzar al bienestar nacional.
Hablar de los grandes temas del país es, en última instancia, hablar de seres humanos llenos de sueños, nada cambiará si no asumimos nuestra responsabilidad individual y colectiva, como ciudadanía debemos exigir a quienes nos representan honestidad, eficacia y visión, al mismo tiempo, participar activamente desde nuestras comunidades, colegios, colectivos y familias en conversaciones que contribuyan para repensar nuestro futuro.
Colombia enfrenta desafíos enormes, pero la historia nos ha enseñado que los momentos más difíciles pueden ser el punto de partida para grandes transformaciones, apostemos por la educación, la justicia social, la seguridad, el medio ambiente y una democracia ética e inclusiva, la esperanza no es ingenuidad, sino el motor de quienes saben que el futuro está en nuestras manos, el papel de cada ser humano manifestar enfoque, propósito y acción, con sentimiento cultural y de pueblo mi opinión para ti.