Edicion diciembre 2, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA
REMEMBRANZA
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Columnista - Roger Mario Romero Pinto
Columnista – Roger Mario Romero Pinto

Escribo estas palabras con el deber que me impone hacerle un homenaje póstumo a un amigo. El dolor que embarga a miles de personas que te conocimos y compartimos espacios de la vida, me lleva desde la distancia a hacerte esta pequeña distinción, ya que quedaron pendientes nuestras acostumbradas tertulias jurídicas y políticas en cada encuentro, siempre soñando desde nuestra conciencia y formación, en aras de que algo suceda en favor de la tierra que nos vio nacer.

Quienes tuvimos la oportunidad de migrar por educación no lo vimos como un lujo, sino como una forma de resistencia. Y esa verdad adquiere un tinte particular cuando hablamos de La Guajira, una tierra históricamente atravesada por desigualdades sociales, promesas inconclusas y una juventud que, pese a todo, insistió en abrirse camino.

Bajo ese contexto nació en las postrimerías de este siglo y se consolidó la reunión de un grupo de jóvenes guajiros que con esfuerzo llegamos a estudiar en la ciudad de Bogotá que a la postre se bautizó como Asociación de Estudiantes Guajiros en Bogotá, un espacio que no solo agrupaba jóvenes que cargaban sueños en la maleta, sino que fungió como un hogar simbólico en medio de la inmensidad capitalina.

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Bogotá es una ciudad que recibe, pero que también consume. Cientos de estudiantes guajiros desde siempre llegan cada año a ella para enfrentar un sistema universitario exigente, un mercado de vivienda difícil y una cultura que, para muchos, resulta distante. En medio de ese choque geográfico, social y emocional, la asociación de estudiantes guajiros se convirtió en una red de apoyo mutuo, una instancia que se reconstruyó lejos del territorio.

En su momento, la asociación logró mantener viva una identidad regional y cultural que a veces parecía diluirse en la gran capital. Recuerdo que no sólo era un espacio para compartir por ejemplo almuerzos, festejos, hacer grupos de estudio o resolver dificultades de algún paisano. Esa agremiación de soñadores se convirtió en una plataforma de liderazgo juvenil que proyectaba el futuro -sin preparación ni diplomas aún- en busca de transformar la realidad guajira.

Bogotá para muchos de nosotros, fue un tránsito; la meta real seguía estando en Riohacha, Maicao, Fonseca, San Juan, Manaure o Uribia, Dibulla, Albania, Barrancas, Fonseca, Distracción, El Molino, Urumita, Villanueva y La Jagua del Pilar.

Pero como toda organización se necesitaba de rostros que inspiraran, que convidaran, que invitaran a muchos estudiantes guajiros a inscribirse y participar activamente en ella. Ahí, uno de los jóvenes que emergieron fue Miguel Andrés Pitre Ruiz.

Miguel Andrés no fue un estudiante más. Su vida se convirtió en una suerte de manifiesto sobre lo que significa ser joven, guajiro y soñador en un país que suele poner obstáculos en lugar de oportunidades.

Su estancia por Bogotá dejó huellas profundas en la asociación de estudiantes guajiros, en la Universidad Externado de Colombia, en el Consejo de Estado, en el Ministerio de Justicia, lugares donde aprendió el ejercicio del derecho pero a la vez profundizó su gran capacidad de hacer amigos con el don de gentes que le caracterizaba.

Su historia personal es también un espejo de la realidad guajira. Un muchacho de padres trabajadores, que nació con un talento e inteligencia inigualable, disciplinado, con conciencia social, que asumió la educación como un proyecto de emancipación y de dignidad familiar.

Su repentino fallecimiento deja una honda herida en su familia pero a la vez, un vacío en quienes desde el valor de la amistad pudimos compartir su impulso por romper ciclos sociales y ver en la educación el único motor de movilidad social y él, como el que más, fue testigo de ello en sus diferentes estancias universitarias nacionales e internacionales.

Hoy, cuando lloramos su temprana partida a la casa del Señor, traigo a colación una frase que Miguel Andrés repetía en nuestros encuentros y que hizo célebre “Roger hay que hacer que las cosas sucedan”.

Mi más sincero y respetuoso abrazo solidario y de condolencias a sus padres, a su hermano Miguel Francisco, a sus hermanas y a sus menores hijos ASHIA y MIGUEL DE LOS SANTOS PITRE, que el señor de los cielos les dé mucha fortalece en oración en estos momentos de dolor.

Descansa en la paz del Señor viejo Migue!

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