Redimamos el planeta para frenar extinción de vida
El planeta requiere con urgencia amor y rescate, del deterioro que padece de manera inclemente, por desatención y desconsideración de los humanos, que en vez de velar por la conservación y el respeto a la naturaleza, más bien giran en contravía, destruyendo lo que Dios nos proporciona y facilita gratuitamente, para goce, utilidad y bienestar generalizado e indiscriminado, compartiendo espacios con faunas, floras y biodiversidad.
La naturaleza encierra globalización de tierra, agua, aire e iluminación solar; sobre los cuales rota la bola del mundo, originando variedades de actividades en el ecosistema, que estabiliza el equilibrio físico, girando en torno al eje terráqueo.
La madre tierra concentra todos los seres vivientes, humanos, biológicos, animal, vegetal y micros; nutridos con aguas y oxigenados con aire, elementos necesarios e indispensables para garantizar vida. ¿Sin agua y aire, qué sería de este mundo? No existiríamos. La tierra nos proporciona alimentos y tiene diferentes formas de convivencia y subsistencia, compartida de manera incluyente, sin causar daños y perjuicios por motivos inapropiados e innobles que atenten y vulneren los preceptos divinos, que debemos apreciar y valorar, en agradecimiento a lo que Dios nos proporciona sin costo alguno, para cuidarla, cultivarla con la finalidad de producir frutos de consumo y acondicionar el entorno, adoptando medios de labores, comunicaciones y relaciones; entre semejantes, que permitan disfrutar de un medio ambiente sano y próspero.
La falta de reglamentaciones en el uso de la tierra, complementada con abusos y arbitrariedades, inciden en la propiedad privada, sin corresponder a la nutrición, conservación estructural, genética y prevención de daños al ecosistema, de utilidad para la vida humana, animal y vegetal. De la misma forma, embellece el entorno territorial biodiverso, para disfrutarlo en recreación, esparcimiento y relajación terapéutica.
La contaminación del aire con gases y partículas de carbono se origina por arrojo de residuos sólidos tóxicos, líquidos y basuras de desechos de todas clases de elementos y despojos, de uso doméstico e industrial. Además, las deforestaciones, la explotación minera legal e ilegal, el manejo inadecuado de operaciones industriales, transportes, pesca, caza y urbanismo, degeneran y destruyen la biodiversidad. Quienes tienen la responsabilidad de respetarla solo se interesan en sacar provecho de los espacios territoriales, apropiados mediante compras de propiedad particular, adquiridas para percibir beneficios de rentabilidad.
Extraer materiales de arrastre (arena, piedra y otros elementos de construcción) de ríos y corrientes ribereñas, destruir cerros, desviar y concentrar el curso de tránsito de aguas, represándolas, causa degradación y deterioro. Sin embargo, carecemos de autoridades que las protejan y de conciencia humana que frene y erradique esas actividades contraproducentes.
El planeta está malherido. Quienes más daños le causan son los más indolentes y desinteresados en atender las crisis, para restaurarlo, nivelarlo de manera equilibrada y mitigar saneamientos, tendientes a recuperaciones graduales en términos prudenciales para la normalización.
Las Conferencias de Parte (COP), divididas en Biodiversidad y Clima, proporcionan la mejor información internacional sobre el mundo natural, originada y suministrada por distinguidas personas, entre ellas algunos científicos, que con amor y sentido de pertenencia se han dedicado de tiempo completo a estudiar factores y componentes del planeta, debidamente clasificados, para exponerlos, indicando el estado de salud y las condiciones favorables y críticas que se observan en consistencias físicas, dinámica evolutiva y deterioro palpable; que genera furia sísmica y fenómenos naturales, como los que están aconteciendo en forma desastrosa, demostrándolos con historia e imágenes sobre daños causados por acciones imprevistas e infrenables de tornados, huracanes, inundaciones, incendios forestales, terremotos, tsunamis, fenómenos climáticos y conflictos armados.
Recalentamiento, sequía, deshielo, erosiones, desbordamientos, desmoronamiento de colinas, incendios, secado de ríos y fuentes hídricas, extinciones de especies de faunas y floras, es un mensaje de advertencia de lo que se avecina en el pronto devenir: hambruna, parásitos, pandemias, muertes súbitas y desamparo. América Latina y el Caribe es el continente menos contaminante y el que más protege el ecosistema mundial en un 60%, a diferencia de Asia, Europa y Norteamérica, que contaminan el aire con gases y partículas de carbono.
El agua, líquido preciado y determinante para garantizar la vida de todos los seres que habitamos el planeta, está escaseando por los malos tratos y contaminaciones que ha venido sufriendo la tierra en manejos de explotaciones mineras, ganaderas, agrícolas, represas e industriales, por acomodo y conveniencia de rentabilidad económica. Los ríos Amazonas, Nilo, Yangtsé, Misisipi, Obi, La Plata, Orinoco, Ya Long, Congo, Danubio, Volga, Rin, Po, Éufrates, Magdalena, Cauca, Putumayo, entre otros principales que recorren los cuatro continentes del mundo, están en estado calamitoso, algunos con baja navegación y extensos playones, como consecuencia del recalentamiento global, que afecta en primer lugar la vegetación y consecutivamente la fauna y deterioro de la biodiversidad, elevando la temperatura climática.
Como están las cosas, la escasez de agua conlleva a la privatización y guerra por su utilización y consumo humano, lo cual originará desgracias y fatalidades por restricciones y apropiaciones de cauces ribereños y fuentes hídricas, codiciadas por acaparadores que persiguen monopolizar y enriquecerse, explotando de manera exclusiva el negocio del agua para diferentes usos, como ya está ocurriendo en estrategias políticas administrativas, que avalan la privatización con concesiones a términos fijos, prorrogables e indeterminados.
La COP-16 en Cali fue exitosa en cuanto al orden y cumplimiento cronométrico. Se expusieron series de crisis y problemas, y se registraron intervenciones multinacionales, consensuando la necesidad urgente de salvar el planeta, requiriéndose de recursos económicos para restaurar gradualmente los daños causados por las explotaciones económicas en industrias, servicios y comercios, ejercidas por los imperios conformados por la Unión Europea, China, Estados Unidos, Rusia, India, Japón e Inglaterra; cuyas naciones, conscientes de los daños y perjuicios que causan al medio ambiente en sus operaciones de producción y comercialización rentística, pero nada retribuyen para reponer, retribuir y financiar reparaciones de daños. Tampoco corrigen las malas acciones, como si el capital económico los fuera a amparar y salvar de los desastres y tragedias previstas por descuidos, indiferencias y mala fe.
La tierra es redonda y requiere de un lado frío y otro caliente, regulados en periodos de estaciones: invierno, verano, otoño y primavera. Si la temperatura bajara de manera extrema en todo el planeta, nos congelaríamos y pereceríamos. Igual, si al contrario se disparara la elevación de la temperatura, nos calcinaríamos. El Amazonas, pulmón natural del globo terráqueo, está descuidado y mutilado por la deforestación. ¿Valdría la pena elegir a Donald Trump presidente de EE. UU., cuando desconoce y rechaza el cambio climático, apoyando las explotaciones de hidrocarburos y carbón que contaminan el medio ambiente?