Edicion octubre 8, 2024

Recordaciones de una tarde gris y de invierno

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Columnista – Luis Eduardo Acosta Medina

Al fin, en una tarde gris, te vuelvo a ver después de tantos años perdida en el recuerdo, y fue una casualidad volvernos a encontrar por esas calles testigos de aquel tiempo, la lluvia de la tarde perdida en el silencio nos encontró a los dos llorando”

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Justo iniciar nuestra crónica con el aparte transcrito de la canción titulada “Después de tantos años” ” de la autoría de Luis Egurrola incluida por  Los Diablitos Omar Geles Acordeón y la voz de Jesús Manuel vino en el LP “Tocando el cielo” en el año 1994, es de aquellas canciones  que muy a pesar del relato de connotación sensiblera tiene en la parte preliminar unas palabras que parecían narrar casi treinta años después los acontecimientos que una tarde ensombrecida por la tristeza estremeció mi corazón.

Eran  las 5:50 de aquella mañana del 27 de julio reciente pasado, y en obediencia al primer pensamiento  que llego a mi mente al abrir mis  ojos y como ha sido costumbre cada año llamé a mi gran amiga Ana Maritza Mendoza para desearle el feliz día con motivos de su cumple años, le manifesté mis fervientes deseos para que Dios hiciera realidad para ella y  Ana Elizabeth su hermana Mella todos los deseos planes y proyectos de su corazón, le transmití la invitación de una amiga común para que almorzáramos, pero me dijo que mejor por la tarde porque almorzaría con su hermanita también cumplimentada, así nos despedimos para encontrarnos entonces a las cinco de la tarde, ni ella ni yo podíamos imaginar que minutos después llegaría la noticia brutal de que el almuerzo fraternal con su igualita hermana no sería posible, que no se reuniría con ella porque ya se encontraba reunida en el cielo con el altísimo y José Manuel su buen padre que ya se había adelantado; no había transcurrido mucho tiempo después de cortar la comunicación cuando un noticiero local dio a conocer la noticia atroz, le marque nuevamente a Ana Mary, me contesto enseguida y desconsolada me confirmó lo peor, en un segundo todo cambia pensé, también reflexioné, recordé el aserto campechano que dice que “Para morir, solo se necesita estar vivo” quede estupefacto, no podía creer que ese ser humano maravilloso con quien sostuvimos un agradable encuentro en un Restaurante de comida Árabe la semana pasada, a donde siempre coincidíamos no estuviera ya con nosotros, vinieron muchas cosas a mi mente entre otras las palabras de mi madre cuando decía “A Dios siempre se le entrega lo mejor que se tiene” , esa familia útil a la sociedad ha cumplido como ya lo hemos hecho otros con ese sagrado deber..

El día siguiente, durante una  tarde que no es para mi grata para el recuerdo y bajo un cielo encapotado después del sofocante calor acompañamos  a  la familia hasta la Catedral de Nuestra Señora de Los Remedios de Riohacha para brindar con una Santa Eucaristía el último adiós a Ana Elizabeth quien dejo de existir en la plenitud de su primavera existencial mientras disfrutaba ese día del cumple de lo que más le gustaba, el mar, el infortunio llegó inesperadamente cuando Dios la llamó a su presencia y ella obediente y con su fe cristiana incólume acudió a su llamado con gozo después de haber escuchado de sus acompañantes y espontáneos transeúntes premonitorios el canto infaltable y sentido del “Feliz cumpleaños” sin saber ni ella ni ellos que seria el ultimo, y precedido de su última expresión antes de lanzarse para dejarse acariciar de las suabes olas mañaneras del mar caribe “Ahí va”, nadie podía imaginar que serían sus últimas palabras y que allí emprendería su viaje sin retorno.

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Aquel día el cielo lloró y la verdad tenía suficientes razones para hacerlo, los vientos parecían enfurecidos contra los designios de la parca que desprendió sin  misericordia un pedazo enorme del corazón de una familia que fieles a los lineamientos espirituales y morales de su madre y su padre predican con el ejemplo, todavía todos lamentamos esa pérdida inesperada, estrepitosa, incomprensible e inmerecida, motivos por los cuales reitero a esa gente que se ha hecho acreedora a mis afectos y yo al de ellos mi solidaridad ante lo irreversible y tan doloroso para el alma.

Después de acompañar  y expresarles y dejar testimonio de mi compañía, en cumplimiento de lo que mis viejos me enseñaron de estar siempre junto a los amigos y la familia cuando la aflicción los atormenta me dispuse a desplazarme a Monguí para acompañar a la prima Marlene Avila y sus hermanos y hermanos para dar cristiana sepultura a “Tuca mama” el hijo consentido de la tía Magnolia Sierra quien partió de entre nosotros y recibiría cristiana sepultura en el lugar a donde aquellos y aquellas que dieron los buenos ejemplos duermen en su morada maravillosa con la esperanza de la resurrección.

Mientras emprendía la marcha para llegar hasta el pueblo, me abrazó con todo y carro uno de los aguaceros más violentos que se han visto caer sobre el lugar mas septentrional de Colombia, aquello parecía el fin del mundo, las calles y avenidas infundían miedo mientras los arroyos que por ellas circulaban llevaban sobre si colchones camas viejas palos y enseres de cocina arrojados por gente de aquella que a falta de oficio el diablo se los pone, así muy despacio, paso a paso, y con el temor de caer en algún hueco escondido bajo el agua avance buscando una posibilidad de salida con el propósito de dar cumplimiento al deber para mi ineludible porque se trataba de despedir a un hombre trabajador, bohemio y pechichado hasta su edad adulta como yo a quien los años le cobraron su vida de parrandas y de comportamiento Macondiano, que partió de este mundo para compartir con el hijo de Dios el Camino Misterioso de la muerte sin dejar heridas, solo recuerdos gratos, era un personaje de esos que hay en nuestros pueblos que a pesar de su falta de instrucción académica nunca pasan inadvertidos por su comportamiento ejemplar y la voluntad a flor de piel para hacer los mandados en las parrandas, los festejos, fiestas y todas las celebraciones para  comprar la botella de licor que se requiriera para continuar gozando.

Finalmente y después de casi media hora esquivando eventuales peligros logramos salir de la ciudad, mientras observaba por el camino a los muchachos retozando,  que corrían felices bajo los chorros de agua de el aguacero de dimensiones insospechables, finalmente puede llegar a Monguí, la Santa Eucaristía no había concluido, y logre cumplir mi deseo de estar a donde mi vieja hubiera estado si se encontrara entre nosotros, al llegar el cuerpo inerte de Turco  al cementerio unas pocas gotitas de agua descendieron del cielo sobre nosotros, recordé que desde niño he escuchado decir que siempre que en el lugar donde nací muere un buen  trabajador así sea una llovizna cae.

¡¡Dios debe estar satisfecho, se llevó a dos buenas personas el mismo día!!

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