
23. “Porque he temido el castigo de Dios, contra cuya majestad ya no tendría poder”.
Job 31.
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Al referirse a la lujuria, Job deja en claro que ha hecho un pacto con sus ojos. Este juramento nos recuerda al cuestionario de preguntas que se le hacía al adorador, antes de entrar al templo (Sal. 15). En las palabras de Job vemos una espiritualidad y santidad superior a la de muchos. El adorador debe presentar este tipo de sacrificio en su vida diaria, ya que Dios recibe la santidad con agrado, como un culto en espíritu y en verdad.

La confesión de fe es la base de los credos cristianos. Job afirma su integridad y su inocencia con un juramento. Niega haber menospreciado el derecho o la petición de sus siervos, ya que siempre ha reconocido que el rico y el pobre tienen en común que fueron creados por Jehová (Pr. 22:2). Su fe en el Creador se ve reflejada en sus relaciones interpersonales, reconociendo los derechos innatos del hombre, sin ejercer discriminación por su origen socio económico.
Job no se negó a ayudar a los pobres y a los necesitados, supliendo sus necesidades. Como si esto fuera poco, se esforzó en garantizar los derechos e intereses de los débiles de la sociedad. Todo esto fue posible porque tenía temor de Dios en su corazón.
Finalmente, Job se presenta solo ante el Creador, a través de su última confesión, y pide e insiste en su inocencia acudiendo al último recurso para defenderse: el pacto. Así, se demuestra a sí mismo que respeta al Dios que juzga e inspecciona, y espera Su respuesta.
El propósito del libro de Job es que el lector conozca más a Dios, a través de su gracia y Sus obras. El Señor no está limitado ni a la ley ni a la relación causa y efecto. Su providencia trasciende nuestro entendimiento y penetra en nuestras vidas, para que logremos conocerlo perfectamente.
El fiel siempre debe vivir respetando a Dios, ya que tendrá que comparecer ante Él, el único juez justo. Dios les guarde.