
“Las mujeres fuertes construyen su mundo. Ellas alzan a otras mujeres, no las derriban.” – Anónimo.
La Pluma Dorada plasma la página en blanco, con la tinta fina de su pensamiento en esta ocasión, inspirada en aquellas mujeres que, al pisar una tierra que no las vio nacer, la hacen suya con el corazón. Mujeres que no solo caminan los senderos de su vida, sino que los transforman en caminos para otros. Así es Nancy Yaneth Gómez Sánchez, una psicóloga nacida en Maceo, Antioquia, que el destino llevó a Uribia, y que hoy camina esa tierra como si hubiese brotado de su mismo vientre wayuu.
Nancy no llegó a La Guajira buscando nada para sí. Llegó con la vocación de servir, con una maleta llena de libros, ideas, sueños y empatía. Con el alma dispuesta a sembrar amor, escucha y herramientas en cada comunidad, en cada niño, en cada madre, en cada mujer.

Y fue en ese tránsito por las veredas del compromiso donde conoció a Jaime Buitrago, un joven uribiero de corazón noble, soñador y comprometido, que desde su infancia había anhelado convertirse en el alcalde de su municipio, “la Tierra que Brilla”. No buscó solo una compañera para la vida política, buscó una mujer con propósito, y la encontró en Nancy. La paisa de mirada profunda que supo ver en Uribia no solo un hogar, sino un universo al que dedicar su entrega. Así, sellaron una alianza no solo con amor, sino con sentido: formar una familia que no solo crece en lo íntimo, sino que florece en lo público, en lo comunitario, en lo ancestral.
“Donde hay una mujer, hay magia.” – Ntozake Shange.

Desde su rol como bibliotecaria, Nancy sembró el amor por la lectura en niñas y jóvenes wayuu, creando puentes entre culturas, lenguajes y saberes. Como psicóloga, puso su oído en el dolor de los más vulnerables y su conocimiento al servicio del bienestar emocional. Como gestora social, elevó su trabajo a un nivel que trasciende el protocolo para convertirse en verdadero tejido social.
Nancy no es una gestora de paso, ni una esposa de alcalde más. Es una mujer de fundamento, que ha sabido combinar la rigurosidad de su formación profesional con la dulzura de su humanidad. Ha creado estrategias que alimentan el cuerpo y el alma, como los desayunos solidarios en barrios y comunidades wayuu; ha fortalecido la identidad cultural de su pueblo adoptivo, empoderando a la mujer indígena desde su esencia; ha dignificado la niñez con jornadas de bienestar, juegos y educación; ha abrazado a madres, abuelas y jóvenes con su escucha, su palabra y su presencia constante.

“El futuro de la humanidad está en manos de las mujeres que se atreven a transformar con amor.” – Rigoberta Menchú.
Uribia, “la Tierra que Brilla”, brilla más hoy porque Nancy la camina con luz propia. Ha sabido articular la cultura paisa del hacer, del esfuerzo y la planificación, con la cosmovisión wayuu del respeto por la madre tierra, la palabra y los vínculos. En ella se funden dos mundos que no se contradicen, sino que se enriquecen. Es la prueba viva de que la integración cultural puede ser armonía, puente, semilla.

Su liderazgo no está hecho de discursos ni de adornos, sino de acciones concretas: alianzas con empresas, programas sociales, atención a la infancia, defensa de los más vulnerables. Su nombre ha sido reconocido a nivel departamental como una de las gestoras sociales más queridas, no por cifras frías, sino por el amor real de un pueblo que la siente suya, sin importar su lugar de nacimiento.
Cuando sus hijos la vean, verán a una madre que hizo de su vida un legado de amor. Cuando Uribia mire atrás, encontrará que esta paisa-wayuu dejó más que huellas: dejó raíces, afectos, oportunidades. Y cuando las futuras generaciones busquen referentes de liderazgo femenino en La Guajira, encontrarán en Nancy una verdadera Dama Guajira: ética, firme, generosa y transformadora.

“Educar a una mujer es educar a una nación.” – Kwame Nkrumah.
Esta columna es un homenaje desde el corazón, desde la palabra que reconoce, desde el cariño de una pluma guajira que ha visto en Nancy no solo a la esposa de un alcalde, sino a una madre social, a una aliada del pueblo, a una constructora de dignidad. Que su paso por Uribia siga siendo luz, que su nombre siga siendo ejemplo, y que todas las mujeres que llegan al servicio público recuerden que la verdadera riqueza del camino está en ganarse el amor y el respeto de la gente.
Gracias, Nancy Yaneth, por hacer de la gestión social una poesía de hechos, por encarnar lo mejor de dos culturas y por recordarnos que cuando una mujer trabaja con amor, su eco se queda para siempre en la historia de su gente.
“La gestora del pueblo: una mujer que no pasó, se quedó.”