MENSAJEROS DE LA BENDICIÓN
25. porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: “Bendito sea Egipto, pueblo mío; y Asiria, obra de mis manos; e Israel, mi heredad”. Isaías 19.
La justicia y el amor de Dios son como dos caras de una misma moneda. Dios anuncia no solamente juicio sobre Egipto, sino que también les promete restauración. Esta nación oirá las grandes cosas que Dios ha hecho en Judá; y cuando se enteren del juicio inminente sobre su tierra, se espantarán de miedo y angustia, temerán a su Creador y comenzarán a creer en Él. En medio de su país, levantarán altar a Dios y clamarán a Él. Entonces Dios los oirá y los librará de su aflicción.
La vara de Dios es una muestra de Su infinito amor, porque espera de nosotros arrepentimiento para darnos salvación. Cuando logramos entender la soberana voluntad de Dios detrás de cada aflicción, no podemos hacer otra cosa más que agradecer por Su bondad.
Una vez que conocemos a Dios, no podemos dejar de adorarle. Los egipcios no son una excepción, cuando Dios haya salido a su encuentro, se postrarán ante Él, en adoración y en obediencia a Su voluntad. Dios tomará en Su mano la vara de amor, pero les promete restauración y sanidad a su debido tiempo. No solo esto, sino que tendrán la bendición de ser parte del pueblo de Dios para testimonio ante las naciones.
Ya no habrá más enemistad entre Egipto y Asiria, porque se unirán para adorar a Dios y, junto a Israel, serán fuente de bendición. Esta restauración constituye un prototipo del reino de Dios, gobernado por el Mesías. Los que hemos recibido la gracia de Dios, cruzamos fronteras para compartir las bendiciones espirituales con otros y levantar adoradores en espíritu y en verdad.
Egipto recibe un castigo de Dios por ser arrogante e idolatrar dioses. Sin embargo, cuando llegue el momento, habrá un altar para Él en el medio de sus tierras y será un pueblo que adora a Dios. A pesar de disciplinarlos estrictamente, Él responderá al clamor de los egipcios para que, junto a Israel y Asiria gocen de una gran bendición.
Dios no solo se preocupa por Israel. Su salvación es universal y se extiende hasta que todas las naciones lo adoren. La bendición que gozamos no es sola nuestra. De hecho, el deber de quien recibió la salvación es ser un mensajero de la bendición para el mundo entero. Dios puede transformar a quienes disciplina, para que sean una bendición para los demás. Dios les guarde.