Edicion febrero 7, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA
Nicolás Maduro, dictador de Venezuela.
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Columnista- Fabio Olea Massa (Negrindio)
Columnista- Fabio Olea Massa (Negrindio)

Mi esperanza era que el 10 de enero sucediera algo extraordinario en Venezuela que impidiera la posesión de Maduro como presidente, pero nada pasó y tal vez —sería lo peor— tengamos que ver resignados que no pase nada en el futuro (ojalá me equivoque), y que el tirano se salga con la suya cumpliendo el período presidencial hasta 2031. Esto está por verse.

Fue un fracaso de la diplomacia internacional con la democracia, y de la ONU y la OEA, del grupo IDEA que apoyaba a Edmundo González, y gobiernos demócratas que reconocen a Edmundo como presidente electo de Venezuela. Ni Erik Prince y su ejército privado fueron por Maduro, ni Edmundo González pudo entrar a Venezuela y tomar posesión; ni la gente en las calles protestando, ni María Corina, ni nada ni nadie pudo evitar la posesión de Maduro. La fuerza brutal de un régimen terminó imponiéndose y los malos ganaron. No creo en el derecho como solución para sacar del poder a este narco-dictador.

Con su posesión terminó de consumarse el golpe de Estado contra la democracia, fraguado el 28 de julio de 2024, día de las elecciones robadas a Edmundo González. Maduro sigue siendo presidente en funciones de Venezuela, y aunque su poder es espurio, porque no goza de la legitimidad que da la voluntad del soberano expresada en las urnas, así y todo es quien gobierna Venezuela y, quiérase o no, es el presidente de esa nación. ¿Hasta cuándo durará la tragedia de Venezuela por cuenta de un narco-régimen instalado en ese país? La historia no miente y nos dice que ningún dictador es eterno, y al final de sus días terminan cayendo, linchados por su pueblo, enjuiciados y encarcelados.

Anastasio Somoza Debayle, dictador de Nicaragua de 1974 hasta 1979, murió asesinado en el exilio en Paraguay. Alfredo Stroessner, con 35 años de dictadura en Paraguay, fue derrocado por un golpe militar en 1989. Rafael Trujillo, en República Dominicana, duró 30 años en el poder, pero cayó derrocado en 1961. En Panamá, el General Noriega fue arrestado en 1989, enjuiciado y encarcelado en los Estados Unidos. Fulgencio Batista, dictador en Cuba hasta 1959, fue derrocado por la revolución cubana liderada por Fidel Castro; pueblo que sigue bajo una dictadura comunista. En Venezuela, el General Marcos Pérez Jiménez terminó derrocado por un golpe de Estado en 1958. La democracia retorna a Argentina en 1983 tras el fin de la dictadura del General Videla, que comenzó en 1976. Chile, en 1973, vio al General Augusto Pinochet derrocar a Salvador Allende y tomar el poder hasta 1990, cuando retornó la democracia. Perú, Uruguay y Brasil también tuvieron dictaduras que cayeron.

En Europa: el Mariscal Tito cayó en la antigua Yugoslavia; en España, el Generalísimo Francisco Franco gobernó casi 40 años, permitiendo la transición del poder a la monarquía real; en Rumania, Nicolae Ceausescu cayó y fue ejecutado. En 1989 cayó el muro de Berlín, la antigua URSS se disolvió en 1991 y cayeron los países de la Cortina de Hierro.

En Irak cayó Sadam Husein y terminó ejecutado por ahorcamiento; en Libia, el coronel Gadafi fue asesinado por milicianos rebeldes. Y más recientemente cayó el régimen de Bashar al-Asad en Siria. Hasta las Torres Gemelas cayeron en 2001.

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Tarde o temprano, a los dictadores —como a los cerdos— les llega su San Martín, porque el mal comportamiento con sus pueblos tiene su castigo. Aunque en Cuba hoy parezca eterna su dictadura, algún día caerá. Ningún mal dura cien años. Así que, Maduro, no cantes victoria. Tu final comenzó el 10 de enero, y también caerás madurito de lo podrido que estás, y Venezuela recobrará su democracia.

Maduro no se posesionó, sino que usurpa el poder desde el 10 de enero. Pero conservo la esperanza de que las cosas cambiarán pronto para el bien de Venezuela, cuando llegue Mr. Donald Trump a la Casa Blanca como presidente de los Estados Unidos. Con Marco Rubio como su secretario de Estado —un anticomunista— vamos a ver la verdadera política bipartidista y del gobierno de los Estados Unidos frente a Venezuela. Conoceremos las reales intenciones de Trump. A ver si no es como dice mi amigo y colega Álvaro Alario: “un perro que ladra, pero no muerde”. Veremos si pasa a aplicar sanciones y medidas efectivas para acabar con esa dictadura de Maduro y sus secuaces del Cártel de los Soles, o, por el contrario, complace a sus amigos petroleros que le aportaron a su campaña para que sigan negociando la compra de petróleo a Maduro y sosteniendo económicamente ese oprobioso régimen narco-político.

No sirvió la diplomacia para evitar que Maduro se quedara, entonces hay que mirar otras opciones. Aprovechando el aumento de la recompensa por la cabeza de Maduro, no queda otra vía que “cazar” al dictador y sus cómplices, capturarlos, enjuiciarlos y condenarlos por los crímenes cometidos, o darles de baja en una operación militar tipo comando. Hay que sacar a Maduro por la fuerza. No hay otra, para liberar a Venezuela de ese gobierno corrupto y mafioso que apesta, y evitar que haga metástasis en otras democracias del continente.

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