Por: Sebastián Becerra Cotes y Deisis Domínguez Altamar
En el corazón de la zona rural del distrito de Riohacha, se encuentra el Centro Etnoeducativo Ma’a Jeket o Tierra Nueva, una institución que ha logrado convertir la multiculturalidad en un pilar fundamental de su labor educativa. Desde su creación, este centro ha trabajado incansablemente para ofrecer oportunidades a niños y jóvenes de diversas etnias, convirtiéndose en un ejemplo a seguir para la región.
Un Proyecto Educativo que Nació de la Necesidad
El Centro Educativo Ma’a Jeket, hoy conocido como el número 19, es el resultado de un esfuerzo colectivo y de la perseverancia de su comunidad. Su historia comienza en 2009, cuando una pequeña sede conocida como Tocomana, perteneciente a otro centro educativo, se convirtió en el punto de partida para lo que sería una lucha por la educación en una de las zonas más vulnerables de Riohacha. Según Arelis Daza Romero, directora de la institución, la autonomía fue clave desde sus inicios, pues el centro no contaba con los recursos ni la infraestructura adecuada, pero a pesar de eso, se logró sacar adelante un proyecto educativo que hoy beneficia a cientos de niños.
“Nos tocó forjar el trabajo desde cero, buscando estudiantes en una zona donde no había centros educativos, ni escuelas cercanas”, afirma Daza Romero, quien recuerda que en sus primeros días, la institución comenzó con un pequeño grupo de niños recicladores, provenientes del vertedero de Riohacha, que fueron sacados del basurero y llevados a un aula con la promesa de un mejor futuro.
Diversidad Étnica y Educativa
Ubicado en el kilómetro 3 de la vía Valledupar, Ma’a Jeket atiende a 376 niños de diferentes comunidades étnicas, entre ellas los Wiwas, los afrodescendientes, los Wayuu y una pequeña población de migrantes venezolanos. Esta diversidad cultural es uno de los mayores valores del centro, donde cada niño es recibido con el compromiso de ofrecerles no solo educación, sino también una mejor calidad de vida.
“Nos dan estudio y una merienda cada día, algo que antes no teníamos. Este colegio ha sido una bendición de Dios para nosotros”, expresa una de las estudiantes de la institución.
Un Futuro con Oportunidades
El impacto de Ma’a Jeket va más allá de la formación académica. Muchos de los jóvenes que han culminado sus estudios en este centro han logrado avanzar hacia la Universidad de La Guajira o han accedido a programas de formación técnica en el SENA. Año tras año, el cuerpo docente sigue realizando un trabajo incansable para garantizar que los niños de la periferia de Riohacha tengan acceso a la educación que tanto necesitan. De manera persistente, los maestros recorren puerta a puerta la zona periférica para reclutar a los niños desescolarizados y darles la oportunidad de estudiar.
La directora Arelis Daza subraya que uno de los objetivos de la institución es continuar creciendo en infraestructura para brindar mejores comodidades a los estudiantes, de modo que puedan realizar sus actividades en espacios adecuados. “Nuestra visión es crecer cada día, buscando la excelencia educativa y garantizando que nuestros niños cuenten con todo lo necesario para su desarrollo”, afirma Daza Romero.
Fortalecimiento Comunitario y Apoyo Integral
Además de la formación académica, el Centro Etnoeducativo Ma’a Jeket lleva a cabo un importante trabajo social con las familias de los estudiantes. La institución ofrece un programa de aceleración para niños y jóvenes fuera de edad escolar y organiza una escuela para padres, con el objetivo de fortalecer los lazos familiares y proporcionar herramientas para el desarrollo integral de los niños.
“Nos hemos encargado de ayudar a los padres de familia en todos los trámites administrativos necesarios para que sus hijos puedan acceder a otras instituciones educativas. Hemos trabajado en la obtención de documentos como el registro civil, la tarjeta de identidad y el PPT para los niños venezolanos migrantes. Son gestiones personales que tomamos como institución, porque creemos que la educación es una herramienta fundamental para el progreso”, señala Arelis Daza.
Un Faro de Esperanza
En Ma’a Jeket, la educación no solo se trata de enseñar contenidos académicos, sino de construir una comunidad unida y esperanzada, donde todos los niños, independientemente de su etnia o origen, puedan caminar hacia un futuro mejor. “Aquí, nuestros estudiantes brillan con la luz de la esperanza”, concluye la directora, quien ve en cada uno de ellos el potencial para transformar la sociedad.
El Centro Educativo Ma’a Jeket sigue siendo un símbolo de esfuerzo, dedicación y amor por la educación, y es un ejemplo claro de que, cuando se trabaja con pasión y compromiso, es posible construir un futuro mejor para todos.