
La humanidad se pierde entre miles de etiquetas, que si algo es negro o blanco, gay, heterosexual, bueno o malo, gordo o flaco, rico o pobre, bello o feo, creyente o ateo, en realidad todo se mueve de acuerdo a la dinámica cultural y a las subjetividades, día a día el mundo reclama una humanidad que no sea racista, machista, misógina o corrupta, que renuncie a las etiquetas que llevan consigo una esencia excluyente y discriminatoria, que nos hace juzgar o aprobar, pareciera que eso que tanto nos hace daño nos cautivara y nos impidiera evolucionar hacia estilos de vidas libres y enmarcados en el respeto por los derechos de todos y todas.
Las etiquetas impiden que seamos felices y caminemos con libertad, nos esclavizan en absoluto y comenzamos a vivir en función del que dirán, de meternos en la vida de los demás, de posar de perfectos y considerar que se tiene el derecho de condenar a todo el mundo.
Parece que no encontramos la ruta liberadora, se repudia más a los negros, al homosexual, al campesino, al que no es billingüe, al que no está a la “moda”, al que es genuino, que al que es corrupto, violento o abusador; parece que la sociedad está instalada en exaltar lo malo y hacerlo ver como bueno, quizás una de las etiquetas más grandes del mundo es la apariencia, es decir, posar de una perfección que es imposible de lograr. La sociedad somos todos y todas, no es gente de otro planeta somos nosotros mismos y es momento de comenzar a valorar cada momento como el único y existir sin el peso de los prejuicios.
En las ultimas semanas, he tenido diálogos valiosos con diferentes personas que me llevan a pensar en el tiempo que perdemos criticando e intentando acomodar los planes de vida de otras personas mientras el nuestro está en “veremos”, que, si es muy marica, lesbiana, pansexual, pobre, negra, flaca o gorda, ya basta de nombrar las etiquetas, de bautizarlas con sello de eternidad como si fuera la mejor forma de existir, ojalá que la única etiqueta sea la libertad. La vida es de colores, sabores, aventuras, desafíos, logros y aprendizajes todo en plural y sin límites.
Ojalá las etiquetas dejen de ser la mayor enfermedad social que padecemos, para comenzar a existir desde la propia vida y no desde la de los demás.