
27. “Negó Pedro otra vez, y en seguida cantó el gallo”.
Juan 18.
Un buen discípulo sigue a su maestro hasta las últimas consecuencias. Pero Pedro seguía de lejos a Jesús, quien se encontraba cerca de su muerte en la cruz.
Gracias a la ayuda de otro discípulo, logra entrar al patio de la casa del sumo sacerdote. Mientras se está ejecutando la obra redentora de Dios, lo único que el hombre puede hacer, es ser un espectador y mirar de lejos. Una criada pregunta a Pedro: ”¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?”. Pero Pedro niega su relación con Jesús. Esta pregunta es también para nosotros, hoy. No debemos ocultar que somos discípulos de Jesús, aún cuando existan factores de riesgo contra nuestra vida.
Jesús había enseñado muy a menudo a grandes multitudes de personas. Nunca había hecho nada malo, ni mucho menos a escondidas.

Aún en el interrogatorio, Jesús habla con denuedo. Responde a las preguntas de Anás, el sumo sacerdote, sin titubear, haciendo pensar que es Él quien está interrogando al sumo sacerdote. De esta manera, demuestra su autoridad mesiánica. Al no hallar ningún pecado en Jesús, el sumo sacerdote lo envía a Caifás.
Si creemos en Jesús con el corazón y confesamos con nuestra boca, somos salvos (Ro. 10:10) y Dios es glorificado (Flp. 2:11). Pero es necesario que demostremos al mundo que somos discípulos de Jesús con nuestras palabras y hechos.
El mundo nos pondrá en prueba una y otra vez para ver si realmente somos discípulos del Señor o no. Por consiguiente, debemos vencer estas pruebas demostrando ser verdaderos discípulos. Cuando amamos al prójimo, el mundo sabrá que somos discípulos del Hijo de Dios (Jn. 13:35).
Todo sucede rápido: el arresto de Jesús, su interrogatorio, su sentencia, la crucifixión y su funeral. Y en medio de todo aquello sus discípulos permanecen en el lugar de la traición, alejándose de sus sitios. Sin embargo, Jesús nos demuestra que sólo Él es la verdad incluso cuando la mentira y el pecado de la traición tienen lugar, por medio de la obediencia, el silencio y el amor.
Jesús es el Maestro y Salvador que amó y perdonó incluso al discípulo que lo traicionó. Dios les guarde.