Edicion marzo 14, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

La puerta incierta de la censura a la música

La puerta incierta de la censura a la música
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Columnista - Abel Medina Sierra – Investigador cultural
Columnista – Abel Medina Sierra – Investigador cultural

Cero vulgaridad

Un tema que ya parecía página del pasado ha vuelto a revivir en estos días cuando se conoció que el Consejo de Estado admitió una acción de tutela en contra de los artistas reggaetoneros que interpretan la tristemente célebre canción +57. Entre las pretensiones de los accionantes está el retiro de la canción de las plataformas digitales, todo esto para “el amparo de sus derechos fundamentales a la dignidad humana, derechos fundamentales de los niños niñas y adolescentes, libre desarrollo de la personalidad y trato digno”. Aunque no es claro qué derecho fundamental se viola con la canción, el tema reavivó la polémica, en varias de las cuales he participado desde tertulias virtuales de actores de la música. 

Ya a finales del año anterior, cuando el tema y la indignación que produjo la canción estaba candente, la senadora Karina Espinosa salió a proponer una iniciativa legislativa que implementara sanciones contra los artistas, en general, que graben letras “indecentes” en sus canciones. Nunca una canción había merecido tanta indignación y rechazo hasta del presidente Petro y pronunciamientos desde el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

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Karina Espinosa es la misma senadora que propuso la ley “Cero cacho” para eliminar la infidelidad en el país.  También fue la más enardecida en este tema y llegó a proponer que no solo los artistas de +57 sino de cualquier género cuyas canciones sean humillantes contra menores de edad o las mujeres tendrían que “reparar el daño y promocionar música decente”.  Llegó incluso a publicar su propia lista de canciones del reggaetón que debían ser censuradas y sus intérpretes sancionados: La Groupie, Delincuente, Cuatro Babys y La Quemona estaban entre las 15 “infames” de su lista. “La reparación la tendrán que hacer los cantautores y autores de estos contenidos que han hecho tanto daño a niños, niñas, adolescentes y mujeres” sostenía la senadora para entonces. 

La senadora Karina Espinosa parte de la inocente idea que, prohibido el reggaetón y demás canciones de este tipo, se reduce el feminicidio, el abuso infantil, la drogadicción y otros males de la sociedad. Y fue más allá al sugerir que el Ministerio de TIC y la Comisión de Regulación se conviertan en “detectores” o una especie de comité de vigilancia y censura de las canciones de contenido muy sexual o que afecte a los menores y mujeres.

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En la Cámara de Representantes también llovieron los pedidos de sanción. Carolina Giraldo Botero con apoyo de otros colegas presentaron una ponencia pública que manifiesta: “Exhórtese al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar a convocar a los autores y las autoras en intérpretes de la canción ‘+57’ a una capacitación sobre derechos de niños, niñas y adolescentes, y sobre prevención de violencias en esta población”, todo esto para “generar concientización sobre la importancia y preponderancia del bienestar de los niños, niñas y adolescentes, y la necesidad urgente de erradicar cualquier manifestación pública que menoscabe sus derechos, en concordancia con el artículo 44 de la Constitución Política”.

La puerta incierta de la censura a la música

Los antecedentes

Pero, si retrocedemos un poco, no es la primera vez que desde el Congreso alguien quiere ganar protagonismo imponiendo censuras a las líricas de las canciones y no solo las del reggaetón. A inicios del 2020 el muy polémico e incoherente senador Jonatan Tamayo, “Manguito”, presentó un proyecto de ley dizque para “Brindar garantías en la formación de la sociedad colombiana a través del buen manejo de las expresiones culturales”. Pretendía la prohibición de la reproducción de canciones cuyas letras traten temas violentos. Según “Manguito” “este proyecto de ley, no solo busca evidenciar la problemática de la violencia de género y contra la niñez en la música, especialmente en sus letras, sino que además crea la norma para que se impida la masificación de este tipo de violencia a través de los lugares públicos o de fácil acceso para la comunidad”. Retrocediendo al 2015, el Concejal de Cambio Radical en Cartagena, Antonio Salim Guerra, propuso también la prohibición de las champetas cuyas letras “incitan” a la violencia.

La práctica de censurar no solo canciones sino películas y hasta la literatura ha sido más usada por  regímenes absolutistas como Corea del Norte, China y hasta Cuba. En esta isla, en el 2019 se emitió el decreto 349, una mordaza no solo para el reggaetón sino para cualquier canción que use “lenguaje sexista” o que “utilizan expresiones vulgares, banales y mediocres” y como una medida “para proteger la cultura musical del país”. Esta prohibición del reggaetón se restringe a actos públicos e institucionales, lo que hace que no suene en los medios oficiales, pero sí en los ámbitos domésticos con mucha fuerza según revelan varios estudios. En esto se apoya mi gran amigo Rosendo Romero, para pedir que así como en Cuba, en Colombia se prohíba el reggaetón para proteger la niñez. 

Pero estas posturas radicales no solo provienen del “Poeta de Villanueva”, son muchos los contertulios de la escena musical vallenata y caribeña que postulan la necesidad de una censura hacia este género y otros cercanos como el trap. “Debieran prohibirlo en toda la bolita del mundo” escribió un coleccionista musical en estos días. La indignación camina en una senda que pide intervención estatal, cosa poco probable en un país garantista como Colombia. Pero, en aras de discusión, pensemos que sí, que los congresistas y demandantes logren que se aprueba una norma de censura musical que ponga bajo la lupa las letras de canciones.

La puerta abierta

Inicialmente, nunca será restringida a un solo género musical, sino que su alcance llegará, incluso a nuestro defendido vallenato, la salsa, la música popular y otros. Algunos contertulios como Luis Carlos Ramírez y Orlando Molina, así como este servidor hemos puesto el dedo en una llaga que no nos gusta tocar. Si +57 fue apaleado por mencionar menores de edad ¿No será que muchas canciones vallenatas en las que los autores describen relaciones con quinceañeras también entran en la lista de censura? (“Directo al corazón” de Chiche Maestre es solo un ejemplo). ¿Cuántas canciones que humillan, maltratan y vejan a la mujer no caerían en la lista de la senadora Espinosa?  De seguro tendrían un lugar allí canciones como aquella de Romualdo Brito grabada por Diomedes que dice “Y la mujer que no da na’/Entonces no sirve pa’ na’” o aquella de Julio de la Ossa que pide que “…aquellas peleoneras/ Que no quieren al marí´o/ Que les den puño molí´o/ Y también su garrotera”. Saldrían de los medios canciones como “La espelucá”, “La prepago”, “La culito loco”, “La leona”, “La musiquera”, “La caimana”, “La mete mono”; “La hombreriega”, “La rumbera”, “La joyita”, “La trabajosa”, “Novelera”, “Tarúpida”, “Hipócrita” y cientos más del vallenato. 

Si se busca proteger a los menores y no hacer apología al maltrato infantil, no faltará quien pida que canciones de Diomedes Díaz como “El muchacho” y “26 de mayo” salgan de circulación porque allí se mencionas las “cuerizas” que el viejo Rafael Díaz le daba al Cacique. Tampoco sería raro que los animalistas pidan incluir en la misma norma ponerle mordaza a las canciones que describan maltrato animal y nos quedemos sin “El jerrejere” al que Escalona le quiso dar un tiro, “El zorro” al que el viejo Emiliano le dio un garrotazo y hasta “La marimonda” que Romualdo comparó con una chica algo traviesa. Ya me imagino que esos que siempre han querido mancillar el vallenato por los saludos y nexos con marimberos, narcos y traquetos, pedirán que estas canciones se retiren de las plataformas y los medios por “hacer apología a la droga” como suele aseverar un reconocido gestor cultural del Cesar.  

De pronto nos salga un pastor evangélico o un ultra conservador a pedir que se censure también la literatura, el cine y las artes visuales y nos quedemos con “Cien años de soledad” mutilada de erotismo, “Bajos instintos” sin Sharon Stone y sus candentes escenas y sin los desnudos en las obras pictóricas y escultóricas para “preservar la moral y las buenas costumbres”. 

Los que hoy piden censuras, mordazas y cierre de medios para algunas canciones, por obscenas que sean, no son conscientes de lo ilimitada y peligrosamente incierta que puede ser esa puerta y de cómo puede ser aprovechada también para muchos malquerientes del vallenato. Las políticas de censura a las expresiones artísticas nunca han funcionado y menos en un país de tantas libertades como Colombia y en tiempos en el que el Estado perdió toda capacidad de cohesión. Hugo Chávez quiso prohibir el vallenato y otros géneros en Venezuela y no lo logró.  Lo que sí puede funcionar es la sanción social, esa que viene de la sociedad civil y de seguro los intérpretes y productores de +57 sintieron con todo el rigor y los llevará a una autoregulación en el futuro que ojalá emulen otros. 

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